jueves, diciembre 07, 2006

La alarma

A Alejandro y Jesús Arturo

Se encendió la alarma. Es verdad que llevaba días oyendo el mismo sonido dentro de su cabeza: chillón, ululante, más gracioso en principio que preocupante, más digno de rematar un álbum de pop que de levantar a todo el dormitorio de sus camas. En los tres años que llevaba en el kolej nunca lo había escuchado.
No se levantó enseguida, seguro de que la alarma se apagaría sola, ¿quién podía creer en un incendio a estas horas?, ¿cómo se suponía que iba a extenderse si los materiales entre habitación y habitación eran de concreto sólido, inexpugnable? Con los ojos abiertos escuchó los primeros pasos en el pasillo, las puertas que se abrían y cerraban, los diálogos en checo, en árabe, en ruso, aunque fue el tropezón seguro de algún desesperado -¿o era mujer?- lo que le hizo ponerse de pie, sin prisas, sólo como quien se resigna a prestarle atención a lo que sabe de antemano que no la merece.
Sentado sobre su cama buscó las sandalias, unas bačkory que le había regalado su hace meses desaparecido compañero de cuarto, Radek. Nadie vivía con él desde entonces y, en el fondo, lo
agradecía, por más que fingiera padecer la soledad, especialmente frente a aquellas con quienes le apetecía acostarse. Por alguna razón buscó también el reloj y se lo puso en la muñeca. Abrió la
puerta y salió al pasillo.
En él no había nadie, aunque entrevió una pierna escapándose por uno de los extremos. Llevaba pijama de rayas. No vio humo, no vio fuego, no vio a nadie más y a punto estaba de volver a su habitación, cuando apareció corriendo desde el extremo opuesto el Peruano.
-Debes salir, es una emergencia- le dijo.
-¿Pero qué pasa?- contestó en tono neutro, casi como quien hace una afirmación sin mucho convencimiento, sin afirmar nada.
-No lo sé, pero todo el piso está desocupado. Vámonos.
-Peruano, no me vengas con sandeces, esto es una tontería y yo tengo mañana...- pero no le dejó terminar. El Peruano solía ser nervioso, así que no le extrañó que elevara el tono.
-Te digo que nos vayamos, hombre, ¿qué no ves que puede ser algo grave?
-Que te vaya bien, Peruano- le contestó dándose la media vuelta.
Apenas había cerrado volvió a escuchar pasos. "Este Peruano siempre tan alarmista: que si se retrasa con la renta, lo van a expulsar del país; que si una de las chicas lo acusa, se lo lleva la policía, que si el incendio..." Creía que aquel se había ido cuando lo interrumpieron unos golpes frenéticos en la puerta.
-Hombre, pero qué lata das, Peruano- dijo mientras volvía a correr el pestillo. En el marco no estaba el Peruano, sino Radek, con los ojos encendidos y ya empujándole para que lo dejara pasar.
-Nazdar- dijo rápidamente en checo mientras seguía adelante con más explicaciones en aquel idioma que no tenía más remedio que comprender. -Nadie me vio, ty vole, cierra la puerta,
ciérrala.- Debería haberse alarmado, pero en cambio sonrió levemente al recordar que también en México se decía "buey" a los amigos cercanos, aunque la palabra -muy sólida para los oídos modernos- hubiera degenerado en güey. "Esta época no para de palabras gordas" alcanzó a decirse, todavía sonriendo.
Radek lo tomó del brazo y lo sentó en la cama, al tiempo que él hacía lo mismo. -Escúchame, ya no puedo confiar en nadie, necesito que me hagas un último favor.
-¿De modo que has sido tú?, ¿entonces es verdad que...?
-Sí, sí, le prendí fuego a la habitación de tú sabes quién. ¿Qué querías que hiciera? Se lo advertí, y él llevaba ya meses tan tranquilo. Ten parchant!- exclamó finalmente en esa intraducible forma de decir hijo de puta, miserable, quizá culero.
-No sé qué vas a pedirme, pero prefiero que ahí quede el asunto y yo haré de cuenta que nunca te vi. Si se llegan a enterar...- pero no lo dejó terminar. Esta noche nadie le permitía completar sus enunciados, ¿o era el sueño? Quizá sólo estaba en medio de una pesadilla y pronto se levantaría ligeramente agitado. Tomaría agua, comprobaría de nuevo que la cama de Radek estaba vacía. Se felicitaría por haber empujado al que ya sabía quién a traicionar a su mejor amigo, a quedarse con su vida. Se lo tenía merecido, ¿no es verdad? Sólo los imbéciles tienen su
vida concentrada en algo. O en alguien.
-Es muy simple. Escucha. Quiero que le digas a Renata que la explicación la encontrará en mi casillero. Aquí está la llave. Es muy importante que se lo digas. Y mejor que no sepas nada.- Apenas había terminado, la prisa le entró por todos los poros. Con un súbito calor en la boca del estómago le dijo:
-No me pidas tonterías, somos amigos, no cómplices, ¿por qué no se la haces llegar por cualquier otro medio?- y todavía le dio tiempo a pensar "A los locos siempre les da por las vías más largas. Qué enfermedad." -De ninguna manera -contestó el otro con prisa- Debes dársela tú mismo, ella te tiene confianza, sabrá que no has tenido nada qué ver, si eso es lo que te preocupa. Y del incendio tampoco te preocupes, puedes quedarte aquí mismo. He cuidado bien de que no se extienda. Y ya me voy.
Radek se puso de pie y abrió la ventana. -¿Qué haces, imbécil?- le dijo en cuanto lo vio acercarse al marco que recortaba un cielo enrojecido.
-Saltaré.
-No sobrevivirás. Vámonos ahora por el pasillo. Yo veré si está desocupado y nadie te verá. Bajas por las escaleras de atrás. Vámonos.
-Va. ¿No tienes cigarros?- Le desconcertó la pregunta, pero no tuvo más remedio que sacarlos y encender uno para él. Salieron al pasillo.
-Espera, la llave no te la he dado.- Se la pasó tan rápidamente que cayó al suelo. Se agachó a recogerla y entonces vio el extremo del pasillo iluminado. "Ya no se puede pasar por allá" pensó con escalofrío. Y al levantarse se dio cuenta de que Radek había desaparecido.

La puerta del otro extremo sigue bamboleándose con el mango ardiendo. Queda la ventana.

martes, diciembre 05, 2006

De lo que dejo atrás

Escribo nuevamente en este espacio, luego de semanas en que mis ocupaciones y una fiebre emocional sobre la que no abundaré me apartaron de la arena pública y me fueron llevando más y más a la privada. Estoy nuevamente fuera de México, lejos de mi pareja, lejos de mi escasa familia, de mis contados amigos (aunque más cerca de otros, de este lado del océano, aunque no precisamente en este poblado francés donde nadie me conoce), lejos -para bien o para mal- de lo familiar (aunque Europa ya no es tan ajena para mí); quizá con más tiempo para reflexiones siempre prescindibles. De lo que dejé atrás recuerdo con especial afecto la noche en que leí los poemas -todos extemporáneos- que a continuación agrego. À bientôt!

MANO VACÍA
2 de junio de 2001

Para A.D.R.
Sobre mi mano
la brevedad del instante
de tu cuerpo,
huele todavía, hiere
la dulce espada de la anunciación,
que otra vez partiera mi vida,
que otra vez me atravesara
el alma envilecida;
aún la media luz,
penumbra del génesis, parto efímero,
entibia mi respiración, roba
la claridad de mi lógica ciega,
¡ay, flor pasajera!
dulce deshojar en las miradas,
angustia primigenia,
cuánto crimen hay
en retener la ilusión peregrina, el iris
de un ojo clarísimo, el intenso
rojo con que amanecen dos bocas
que se juntan
incapaces de fundirse.

Sobre mi mano
la brevedad de tu alma
inocente,
aún desgarra mis ropas, es vergüenza
de saberme el mar
que toca las dos orillas, que baña
las costas feraces lo mismo
que desiertos; la pena
que extiende su manto de nostalgia
sobre cada transpiración
limpia y ridícula,
¡ay! futuro ignoto
tus pasos, ¿quién
se asoma a tus sábanas limpias?
¿quién cabalga
las que fueron mis cortas rutas
de la carne al sentimiento?
Aire perverso
en el horizonte y mis brazos,
resumen de impotencia, carne al fin,
despiden tu destino.

Sobre mi mano
la brevedad del recuerdo
futuro,
ya apaga sus luces tibias,
ya corre el telón
de nuestra escena; no hubo
lugar propio donde ir a llorar
fantasmas predilectos, no hubo
mesa de conversación ni recipiente
capaz de guardar los símbolos
del cruce, ¡ay,
soledad del fetiche!
eco morfológico, huella cerebral,
un viento arrastra el vapor de mayo,
nubes desesperadas se derraman
sobre cristales ateridos,
sobre tierras aliviadas,
y mi llanto enturbia
el fin de la primavera
pronunciando tu nombre
incomprensible.

Sobre mi mano
el vacío.


BLUE
23 de mayo de 1997

Esencia,
loca quimera, ayer tenías aspecto
de mañana recién abierta, mojada
espalda del jardín, cuatro luces pacíficas
por los puntos cardinales
y eras agua
y eras río
y el océano al mediodía
donde se evapora el sol.

Y hoy, esencia,
loca quimera, estás guardada
en la glorieta de los pinos, en el sueño
de las vacas, duermes
o te levantas cansada de ciudades
y concretos simétricos, triste
miras la muerte en las pezuñas
de los toros y en el ave
que canta en la rama del pretérito.

Esencia,
loca quimera, un mundo de acero
te encarcela en cálculos, ayer
un burro hablaba contigo y las hormigas
concentraban tu espíritu, sólo un poco
de naturaleza queda hoy, ¿has visto?
árboles mudos, rocas
y negrura inmaculada:
la piedra lisa del espacio vacío.

Te has puesto queda,
aguardando, esencia,
loca quimera, te acaricio todavía
como a una flor deshojada
por los años incisivos, y gimes
primaveras remotas, gotas
de un agua bendita irrespirable,
vengo a besarte
por si el amanecer llegara de improviso.

Esencia,
loca quimera, ¿dónde estaba
este hueso real, la aguja-perro
que hoy vuelve turbios los atardeceres?
Ayer no había reptil
que se arrastrara por la tierra, ni barco
para surcar la ciencia, vivía
un claro de las nubes
blancas inocentes de tu cielo azul.

Y vienen por mí los ángeles
del fin, anuncios
de tu distancia nocturna, esencia,
loca quimera,
me abrazo joven a tus venas eternas,
respiro vivo el azul de tu virtud,
y no alcanzamos
a caber en esta cuna, en el valle
de una paz que ya es presentimiento.

Esencia,
loca quimera, el fuego
de una razón incendia tu hogar, apenas
hace poco te miré en la ventana
abrir las cortinas y sonreír despacio,
cenizas, polvo negro,
te perdiste en el incendio y aún te escucho
llamarme por mi nombre en madrugada,
voz de angustia desde las estrellas.

Y entre mi piel reseca, esencia,
loca quimera, un mayo-sol
de guerra permanente me sofoca, la luna
se afila en sus orillas hecha ostia
de una marcha decadente, ven por mí,
ven de nuevo a restaurarme
el imperio de mis manos, el candor
de mi contemplación, de noche
me cubro con tu sombra de la luna moderna.

Esencia,
loca quimera, hoy parto el pan
para la última cena, hablo contigo
como al fantasma nocturno cantan
lumínicos grillos, levántate
de tu tumba imaginaria, vuela a mí
con cuatro luces pacíficas, con agua
desciende sobre mi alma y bésala luego,
que mayo quema y yo... sigo vivo.


LA DULCE CULPA
19 de marzo de 2002

Enorme ropero de la culpa
mi cabeza
repta miserable recordando el paso erguido
y quiebra el tallo recordando el agua
que no sube más
a las flores.

Antier era domingo
de accidental continencia, tú
con los mismos ojos de mar en calma,
con las mismas manos de hacendosa herida,
con la neurona sentada
y el espíritu, íntegro fósil,
vomitando lealtad.

como siempre que amanece desde hace cientos
de días.

Ayer era lunes
de infortunada actividad, la muy reciente
domesticación de la esperanza
repetía,
del ciclo de la estúpida calma
abrevaba,
para saciar la muerte que no cesa
y sonreír satisfecho
envilecido,
al caer el día junto a ti
caído.

Franco y ciego
me incorporo a la corriente sin resistencia,
alerta el ojo del alma y petrificado
todo músculo, todo motor,
toda voluntad capaz de masticar tu rosa
y exprimir tu vena,
¿qué es amarte,
sino unir mi sueño al tuyo por la noche?
Mi sueño
no es tu sueño.
Alerta.

Amanece hoy
más o menos con la misma polución,
la misma perversión eréctil de las siete,
el mismo guión del agua caliente
y el rastrillo,
ni más viejo
ni siquiera más inteligente.
Ya me voy.
Ya volví.
Ya te vas y no encuentro el minuto
para el deseo.
Ninguna pupila se detiene en tus nalgas,
pero alcanzo a sonreír
insatisfecho.

Enorme mesita de disección
mi cabeza
que llegada la tarde se masturba
incontinente, atardece
en la ciudad y doy vueltas al demonio
de mi culpa:
flanco izquierdo,
flanco derecho,
por arriba y por abajo y no le encuentro lado amable.
La evasión tiene sitio,
sin embargo:
las neuronas burladas por la hormona,
las reservas agotadas por la dualidad,
todo tiene lugar y me pregunto
si la lealtad
no está rota.

¿Y el amor?
Mi día vuelve a empezar.
Estás ahí
de nuevo.


RETORNO VACÍO
30 de julio de 1996

Fango, ciudad desde este
minibús,
ignorar el rostro es difícil, involuntario
mirar las imágenes que se estrellan
en cada ojo,
la izquierda y la derecha, hirientes
monotonías de grises,
sangres recientemente coaguladas,
desde este asiento plástico los concretos fracturados
con cientos de personas en la calle,
gala de mi entorno,
purulento, hipócrita,
luz hecha de sombra ruín,
¿dónde poner la silla?
¿dónde sentarse cuando la pendiente arrastra?
me duermo cansado soñando
por Circunvalación, repaso sin duda
mis paisajes de realidad imaginaria,
las urgencias, los pendientes y los miedos,
despierto en la Calzada,
fango en el sabor del aire,
no he hecho nada a pesar del viaje,
no hay nada verdaderamente dulce
en lo vasto de kilómetros,
me da frío a la mitad del verano, reconozco
que siempre he estado igual, he sido
el mismo,
es sólo que he estado más lejos o más cerca,
es sólo una actitud por ropa
del esqueleto que me forma;
el humo por las ventanas me recuerda
que el mal aire se respira tan fácil
como se va,
¡todo el mundo es tan sutil!
desde la glorieta del Obrero recuerdo
mis amigos que se llevó el peso
de la miseria a los jardines industriales de El Salto...
fango, ciudad desde este
minibús,
mi casa inútil, vacía,
soledad entera y circulada.