viernes, agosto 31, 2007

1989

Jorge Luis y yo nos detuvimos frente al aparato con expresión de asombro: nuestras bocas abiertas tardaron unos cuantos segundos en reaccionar con una exclamación ante el prodigio que Leonardo nos mostraba: un equipo modular todo en color negro con bocinas casi tan grandes como él que además de los consabidos cassette y tocadiscos incluía un módulo de disco compacto: láminas delgadas de color plateado que, a diferencia de los discos normales, se tocaban sin intervención de agujas y por un sólo lado.
–No veo las divisiones entre las canciones- dijo Jorge Luis.
–¡Buey! Inclinándolo contra la luz se pueden ver, ira- dijo Leonardo tomando el disco de Def Lepard por las orillas y poniéndolo contra la ventana que da al balcón. Pensé que él era afortunado de ser el primogénito de una familia de joyeros, de disponer de una casa tan grande, de conducir autos a sus catorce años, de tener para rematar un equipo modular como aquel en el cual escuchar Hysteria un domingo de febrero –¿o era abril?- de 1989. Una vez que Women se apoderó de las bocinas, con disimulada envidia, le espeté:
–¿Nada más tienes tres discos? ¡Y tan caros...!
–Bueno, el que está puesto ahorita es el único que compré. Descanso dominical me lo trajo mi jefe de España y no sé cuánto costó. El disco de Bon Jovi me lo compró un tío en el otro lado, en diciembre.
–No mames, cabrón, está bien chingón el sonido. ¿Dónde compraron el estéreo?- intervino Jorge Luis haciendo movimientos con las manos como si tuviera una batería frente a él.
–Mi papá tiene un amigo en la fayuca, no sé cuánto le costó pero el sensei del karate tiene uno igual- dijo Leonardo. Pensé que era un presumido, un déspota que no merecía nada de lo que tenía, un engreído al que el karate hacía todavía más prepotente. El único terreno en que podía derrotarlo era la escuela, bueno, más exactamente en las calificaciones pues mientras no hubiera un prefecto o un profesor a la vista él se imponía como rey en la zoología de la Secundaria 78. Luego de varias palizas opté por ayudarle en los exámenes y estar cerca de él, aunque ello me resultara a veces tan insoportable. Le dije:
–Pues no sirve de mucho un estéreo para el que casi no hay discos disponibles, ni siquiera puedes llevarlos en el carro como los cassettes. Son una mierda. Mira, parecen pedazos de plástico.
–Apenas salieron, dales chance, vas a ver que luego nadie va a querer los discos normales.
–Eso está cabrón, ¿no?- intervino Jorge Luis- Imagínate de aquí a que cambian todos los estéreos que hay en todo el mundo, ¡no mames!
–Claro que está cabrón- completé- Yo prefiero mis Walkman que sirven hasta para correr. Esta mañana me los llevé a la Barranca. ¿Edá, Jorge?
–Sí, buey, se oye la música bien chingón y casi nunca se traga la cinta. No como mi grabadora que ya me chingó dos cassettes, incluyendo uno de mi mamá.
–¿Oyes la música de tu mamá, cabrón? ¡No mames!- dijo Leonardo.
–Era un cassette de Rocío Durcal, el que tiene con Juan Gabriel. No está mal, cabrón- Jorge siempre tuvo gustos populares, aunque luego le dieran vergüenza.
–¿Tienes la tarea de Ciencias Sociales?- me dijo Leonardo con un empujón para que volteara a verle. No me caía bien.
–Sí, pero no encontré láminas para pegar recortes sobre los países del bloque comunista. Tendrás que dibujar algo.
–¿No eran socialistas?- dijo Jorge sin que nadie le hiciera caso.
–Pues hazlos tú, cabrón, ¿no te compré para eso el desayuno el viernes? Si vas a ayudar hazlo bien- me dijo Leonardo rompiendo a carcajadas con la estúpida complicidad de Jorge Luis. Miré los discos. Se me ocurrió una idea.
–Está bien, hombre, voy a hacer los dibujos, pero tendrás que darme a cambio el disco de Mecano. Te paso también el examen de matemáticas para el martes, ¿arre?
–¿Y para qué quieres un disco que no vas a poder oír? Además ya lo tienes en cassette, ¿no?
–Sí, pero hay dos canciones más en el disco- dije mostrándole la caja donde aparecían los títulos Hermano sol, hermana luna y Fábula. –En todo caso si puedo oírlo o no es cosa que no te importa.
Leonardo me tomó por el cuello de la camisa medio quitándome la respiración. Era más alto que él y por ello se ponía ligeramente de puntillas.
–Mira, pinche joto, vas a traerme la tarea el lunes y no te llevarás ni un pinche disco de aquí. ¿Estamos?
–Sí hombre, sólo bromeaba- dije frustrado y lleno de rabia.
La mamá de Leonardo nos llamó a la cena y entonces él me soltó la camisa. Durante toda la cena dejé que mi odio hacia el miserable chaparro se regodeara en absurdas fantasías de venganza. Me veía matándolo a él y a toda su familia, huyendo a pie para esconderme en la Barranca, pidiendo la complicidad de Jorge Luis para llevarme comida hasta las profundidades del cañón, enviando cartas sin firmar a mi madre y hermana... A los postres pedí permiso para ir al baño. Cruzaba el salón obscurecido cuando vi las luces del estéreo parpadeando con una hora falsa (5:13 me parece) y entonces concebí una venganza a la altura de mis circunstancias. Me acerqué a la obscuridad del estéro, le desconecté y entonces oriné detrás de él queriendo apurar el chorro ante el terror de ser descubierto. Algo debió quedar en la alfombra, algo dentro del estéreo, algo a los costados de las enormes bocinas. Abrí la caja de Descanso dominical y me eché entre los calzones el disco. Vi los otros dos y...

Leonardo era ingenuo. Me explicaba el lunes que su gato había orinado sobre el modular y arañado dos de los discos. Que el tocadiscos LP seguía funcionando, pero no así el de compactos. Mientras anotaba la lista de países comunistas pareció caer en cuenta de algo y levantó la cabeza para preguntarme:
Checoslovaquia, Hungría, Polonia... Oye, ¿no viste tú el disco de Mecano?
–¿Yo? ¿Ya se te olvidó que no quisiste dármelo a cambio del examen de matemáticas, cabrón?
Yugoslavia, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas... Decías que... ah, sí, pues por eso, ¿no te lo habrás llevado tú?
–No mames, si tú mismo decías que no tenía dónde escucharlo, no inventes pendejadas...
–...Vietnam del Norte, República Democrática Alemana, República Popular de China... Pero de cualquier manera querías llevártelo, cabrón, pero bueno, la caja está en la casa, puede que mi hermano lo haya agarrado.

En enero de 1994 por fin pude escuchar el compacto de Descanso Dominical en una pequeña grabadora. Ya no me gustaba.