jueves, julio 20, 2006

Creer para no pensar

He querido variar el tema y, una vez más, he fracasado. Esta época no da tregua en cuanto a dislates y tergiversaciones, enredos amañados y claridades huecas. Repasé someramente las páginas de cierto periódico universitario y se me han puesto los pelos de punta ante sus contenidos (por estar dentro del periódico, no porque en realidad contengan algo rescatable).

La estulticia suele evidenciar su naturaleza con cierto humor involuntario: una página antes de un reportaje sobre la enseñanza de la lógica que "ayuda a identificar con mayor facilidad cuando alguien miente", se hace saber que los "investigadores de excelencia" de esta universidad "defienden la eficiencia universitaria" porque firmaron en bloque una petición para "pedir una disculpa" al ahora candidato electo a gobernador Emilio González Márquez que "se equivocó al comparar lo que cuesta un estudiante en las instituciones incorporadas con el costo por alumno en instituciones..." como la universidad en cuestión. ¿Qué declaró el candidato? Lo cita el propio artículo: "un alumno en la Univer [escuela privada] paga sólo mil pesos al mes, en cambio, un estudiante que se prepara en [la universidad] representa un costo para los contribuyentes de dos mil quinientos pesos mensuales". Puede discutirse sobre la intención de semejante comparación, pero nunca dar por hecho que dichas intenciones equivalen a lo que dijo. Las cifras son correctas, admite la universidad aludida, pero entonces ¿en qué "se equivocó" el candidato?, ¿por qué requerían estas declaraciones una firme defensa de la universidad?, ¿y cómo es que, por medio de un desplegado en donde se piden disculpas por no se sabe qué, se defiende "la eficiencia universitaria"? Como se ve en el encabezado del primer reportaje que mencioné, "la lógica es el fuerte" de la universidad, pues "ayuda a descubrir los errores en las conversaciones de las personas". Y en sus textos, valga agregar.

No menos notable es un reportaje sobre la confusión entre izquierda y derecha, del que esperaba alguna luz, toda vez que la confusión es, en mi opinión, real. El artículo no sólo no aclara nada, sino que presa de un maniqueísmo muy propio de los que prefieren los conceptos por encima de las realidades, se decide a declarar que la izquierda es "anticapitalista" y "antiyanqui" por principio, en tanto que la derecha "pretende mantener los privilegios que ha obtenido mediante la dominación y explotación de los otros". Con párrafos que recuerdan a los más doctrinarios de los textos escolares donde todo era blanco o negro, bueno o malo, este artículo memo mete en el mismo saco de la izquierda al PRD y al EZLN (sin importar que el segundo abjure del primero), lo mismo que al Partido Socialista francés ¡en que mejor han prosperado las políticas de libertad económica en Francia!

Que una persona se aferre a sus creencias por contar con un asidero mínimo para navegar por la vida me parece comprensible, aunque lamentable si ello le impide cambiar de ideas cuando éstas han probado ser irreales o inútiles. Que las personas crean y sean conscientes de lo que creen me parece estupendo, pero rendir la razón para que sea relevada por las doctrinas de instituciones religiosas, políticas o por un pasquín barato y simplificador, me parece, otra vez, lamentable. Especialmente en una universidad yo esperaría una agudeza intelectual más pronunciada, en el sentido de que ante ningún hecho ni ante ninguna teoría podría prescindirse de pensar antes de opinar: no por creer que la inspiración de la Revolución Cubana fue loable puede ahora evadirse la realidad y dejar que el Partido Comunista piense por uno y diga que lo que ahí hay es una democracia boyante e igualitaria, llena de libertad; no por creer que el PAN es de derecha o el PRD de izquierda voy a desaprobar todo lo que haga el primero y a aplaudir todo lo que haga el segundo, menos aún cuando de un político hay que desconfiar siempre y contrastar lo que dice con lo que hace; no por creer que los pobres necesitan ayuda puede imponérseles lo que presuntamente les conviene por encima de lo que quieren hacer.

En suma, creer tal vez sea comprensible y seguramente respetable -útil quién sabe, me parece que no mucho- pero simplemente creer para que otro me releve de la obligación de pensar es no sólo pernicioso, sino necio, es decir, estúpido con ganas de seguirlo siendo.

jueves, julio 13, 2006

Convivencia

Tengo dos meses viviendo casi a diario en un pueblo del occidente de México, Lagos de Moreno, por más señas en el corazón de una zona famosa por muy católica, conservadora e intolerante: hace casi ochenta años la región estaba encendida por una vivísima guerra civil entre el ejército federal y un buen número de sus pobladores llamados cristeros, que decían defender su fe católica contra un gobierno que oprimía su Iglesia, una iglesia que, dicho sea de paso, siempre fue tibia hacia ellos; en los años cuarenta se fundó en la cercana ciudad de León la Unión Sinarquista, de franca tendencia ultramontana; cada año se hacen nutridas peregrinaciones al santuario de la virgen de San Juan de los Lagos, una población vecina también famosa por su olor a sacristía; y para rematar, la gran mayoría de los municipios de la zona están gobernados por el Partido Acción Nacional, el ala conservadora del espectro político nacional, por más que ahora sea tan difícil distinguir a unos de otros.

De modo que la historia y algunas costumbres todavía en vigencia hacen pensar que la fama del lugar es merecida o, cuando menos, no tan errada. No faltan, sin embargo, excepciones a toda regla, particularmente cuando de generalizaciones de este calibre se trata. Suele ser, incluso, que la situación aparente y la real guarden una distancia importante entre sí, a pesar del predominio del prejuicio que gobierna la apariencia. En la República Checa, por ejemplo, encontré muchas personas con la opinión de que España es un país muy conservador y católico, cuando sus costumbres y libertades son mucho más relajadas que las del país centroeuropeo. "Haz fama y échate a dormir", dice el dicho, pero por encima de refranes y criterios gruesos debe estar el propio criterio, y si la corroboración personal no es posible cuando menos debe darse margen a la duda.

Y ahora Lagos de Moreno: paseando por la noche me encontré, no hace mucho, un grupo de muchachos departiendo en medio de cervezas a la mitad de la calle. Nada extraordinario, naturalmente, pues en estos pueblos se goza de más libertad para beber en la calle que en las grandes ciudades (sí, en la mayoría de los municipios de este país está prohibido tomar bebidas alcohólicas en la vía pública). Encima, es bien sabido que el alcoholismo nunca ha sido mal visto por esa católica iglesia que tanto se ha empeñado en dictar anatemas y prohibiciones en otros asuntos privados. Hasta ahora nada que vaya en contra del generalizado prejuicio sobre la mochería de los laguenses.

Pero he aquí que con los muchachos convivía un grupo de cuatro o cinco travestis, compartiendo conversaciones, cervezas, risas. Aquellos eran muchachos proletarios y muy seguramente con noviecitas rubias (güeras alteñas, les dicen), tipos inmersos en el machismo imbécil tan caro a nuestra cultura y de puntualísima asistencia a misa los domingos; no obstante, sin empacho se permitían la convivencia -quizá más- con los pintarrajeados travestis que tampoco parecían estarla pasando mal. Un ejemplo de convivencia, así sin más, sin adornos de tolerancia ni embustes prejuiciosos. Un ejemplo de libertad en el margen de la noche y sin respetar la opinión preconcebida -falsa, ya se ve- de las mayorías. Un ejemplo que, reconozco, me ha hecho sonreír y creer, así sea por un momento, en las bondades humanas.

viernes, julio 07, 2006

Pensar por consigna

En medio de la obscuridad intelectual de nuestros tiempos, quizá más producto de la holgazanería que del empeño necio de algunos, es posible distinguir a veces las trampas que guían el retorcido comportamiento mental de la gente; sus vicios y obsesiones; sus motivaciones no siempre explícitas ni siquiera para ellos mismos.

Con motivo de los resultados que arrojó la elección para Presidente de la República había declaraciones memas de inspiración evidente: los políticos, sin importar cuán absurdas resulten sus palabras, siempre calificarán la realidad de acuerdo a sus intereses. Así tuvimos ocasión de escuchar a López Obrador decir que el IFE debía "respetar nuestros resultados", a Felipe Calderón declararse ganador "porque todo el tiempo en los resultados preliminares nos hemos mantenido arriba del adversario" (el subrayado es mío), al presidente del PRI hacer un llamado a "no revelar datos preliminares". Todo esto es comprensible, explicable, y nadie debería doblarse de coraje al escuchar tanta tontería: López Obrador puede decir lo que quiera, pero es el IFE y el Tribunal Electoral en última instancia quienes pueden dar cifras; Calderón puede razonar torcidamente, pero eso tampoco lo hace ganador; el PRI puede pedir que se guarde silencio, pero nadie está obligado por ley a hacerlo.

Pasen pues por triviales las imbecilidades de los políticos, lamentablemente repetidas hasta la náusea y sin apenas análisis por los medios de comunicación. No puede decirse lo mismo, lamentablemente, con los dichos de la gente que, sin importar su extracción social, edad, educación formal o condición económica, tiene a bien sacar conclusiones imposibles, hacer silogismos falsos y propalar impunemente idioteces. Entre mis colegas universitarios -imagínense- no he podido evitar oir verdaderas estupideces que pasan por sesudas opiniones y no menos ponderados análisis.

Cuando el recuento preliminar daba a Felipe Calderón una ventaja de apenas 0.6% sobre López Obrador, algún colega me decía que ello era ya "irreversible", aun a sabiendas de que el conteo preliminar se detuvo a 2% del número total de votos. El colega -científico según sus propias palabras- no podía entender que una diferencia del 0.6% puede cambiar si resta un 2% por contabilizar. Otro conocido completaba la anterior "deducción" descubriendo "tendencias" y "regularidades" en este proceso: ¿de verdad creía que el 2% restante estaba obligado a comportarse como el 98% previo? ¿no reparan estos macacos en el hecho de que nada puede predecirse ni menos asegurarse sobre una elección donde cada quien decidió arbitrariamente?

Ante la evidencia más palmaria de que sus razonamientos no son tales, estos adultos de convicciones acendradas simplemente cierran los ojos y se tapan los oídos. Si la realidad no se comporta como mi modelo me dicta (un modelo muchas veces comprado, ni siquiera propio) entonces la realidad es falsa y he de buscar en ella todos los indicios de que tengo razón y despreciar todo lo que me contradiga. Así hay izquierdistas (se hacen llamar así) que afirman furiosos que hubo fraude en la elección, aun cuando mantuvieron una confianza enorme en el IFE mientras el candidato del PRD estaba a la cabeza del conteo distrital. Ahora que se declara a Calderón ganador, hay algunos que explican ello como "lógico" y llaman al segundo lugar a no impugnar la elección, sin importar que sea ese y no otro el medio legal que efectivamente puede seguir López Obrador.

¿Qué quedará en un mundo donde se ha abandonado la razón y la crítica para pensar y opinar por consigna? En la obscuridad intelectual contemporánea quizá esta perversión sea ya indistinguible, y encima quizá pase por ejemplo de consistencia y solidez moral. Una pena.