viernes, julio 07, 2006

Pensar por consigna

En medio de la obscuridad intelectual de nuestros tiempos, quizá más producto de la holgazanería que del empeño necio de algunos, es posible distinguir a veces las trampas que guían el retorcido comportamiento mental de la gente; sus vicios y obsesiones; sus motivaciones no siempre explícitas ni siquiera para ellos mismos.

Con motivo de los resultados que arrojó la elección para Presidente de la República había declaraciones memas de inspiración evidente: los políticos, sin importar cuán absurdas resulten sus palabras, siempre calificarán la realidad de acuerdo a sus intereses. Así tuvimos ocasión de escuchar a López Obrador decir que el IFE debía "respetar nuestros resultados", a Felipe Calderón declararse ganador "porque todo el tiempo en los resultados preliminares nos hemos mantenido arriba del adversario" (el subrayado es mío), al presidente del PRI hacer un llamado a "no revelar datos preliminares". Todo esto es comprensible, explicable, y nadie debería doblarse de coraje al escuchar tanta tontería: López Obrador puede decir lo que quiera, pero es el IFE y el Tribunal Electoral en última instancia quienes pueden dar cifras; Calderón puede razonar torcidamente, pero eso tampoco lo hace ganador; el PRI puede pedir que se guarde silencio, pero nadie está obligado por ley a hacerlo.

Pasen pues por triviales las imbecilidades de los políticos, lamentablemente repetidas hasta la náusea y sin apenas análisis por los medios de comunicación. No puede decirse lo mismo, lamentablemente, con los dichos de la gente que, sin importar su extracción social, edad, educación formal o condición económica, tiene a bien sacar conclusiones imposibles, hacer silogismos falsos y propalar impunemente idioteces. Entre mis colegas universitarios -imagínense- no he podido evitar oir verdaderas estupideces que pasan por sesudas opiniones y no menos ponderados análisis.

Cuando el recuento preliminar daba a Felipe Calderón una ventaja de apenas 0.6% sobre López Obrador, algún colega me decía que ello era ya "irreversible", aun a sabiendas de que el conteo preliminar se detuvo a 2% del número total de votos. El colega -científico según sus propias palabras- no podía entender que una diferencia del 0.6% puede cambiar si resta un 2% por contabilizar. Otro conocido completaba la anterior "deducción" descubriendo "tendencias" y "regularidades" en este proceso: ¿de verdad creía que el 2% restante estaba obligado a comportarse como el 98% previo? ¿no reparan estos macacos en el hecho de que nada puede predecirse ni menos asegurarse sobre una elección donde cada quien decidió arbitrariamente?

Ante la evidencia más palmaria de que sus razonamientos no son tales, estos adultos de convicciones acendradas simplemente cierran los ojos y se tapan los oídos. Si la realidad no se comporta como mi modelo me dicta (un modelo muchas veces comprado, ni siquiera propio) entonces la realidad es falsa y he de buscar en ella todos los indicios de que tengo razón y despreciar todo lo que me contradiga. Así hay izquierdistas (se hacen llamar así) que afirman furiosos que hubo fraude en la elección, aun cuando mantuvieron una confianza enorme en el IFE mientras el candidato del PRD estaba a la cabeza del conteo distrital. Ahora que se declara a Calderón ganador, hay algunos que explican ello como "lógico" y llaman al segundo lugar a no impugnar la elección, sin importar que sea ese y no otro el medio legal que efectivamente puede seguir López Obrador.

¿Qué quedará en un mundo donde se ha abandonado la razón y la crítica para pensar y opinar por consigna? En la obscuridad intelectual contemporánea quizá esta perversión sea ya indistinguible, y encima quizá pase por ejemplo de consistencia y solidez moral. Una pena.

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