jueves, febrero 18, 2010

Serios y ridículos

La universidad se aprueba a sí misma la apertura de ciertas carreras en uno de sus obscuros centros. Congratulados, algunos miembros de la comunidad universitaria se atropellan para dar con la lisonja dieciochesca más barroca posible, la felicitación más encendida al superior, la felación mejor ejecutada. No pueden, sin embargo, evitar dar conmovedoras e involuntarias muestras del galimatías en que tienen convertido el, ejem, cerebro:
"...desde tu llegada al [centro]... fuiste siempre un colaborador fiel y eficiente..."
"me enorgullese (sic) que aún sigas liderando este gran proyecto cada vez más consolidado"
"...la acción para incrementar la oferta educativa es un compromiso al que nos comprometimos" (menos mal)
"Han sido evidentes los grandes logros... durante el poco tiempo que ha transcurrido de su gestión, logros que implican un mayor compromiso de esta comunidad universitaria"
Etcétera, etcétera.
Para consuelo de la universidad pública, las privadas no lo hacen mejor: la universidad ignaciana publica el día de ayer con indisimulado orgullo que un académico de ingeniería civil "realizó un viaje a Dubai" y que "durante una de las tardes... se dio a la tarea de contar todos los edificios que encontró a su paso y registró 136" Y cita al intelectual que, ya en plan profundo, afirma que "por supuesto que no conté todos, pero la cantidad que sumé da una idea muy clara sobre la apuesta al desarrollo inspirado en el furor de occidente, sin perder su identidad porque la arquitectura de este emirato ostenta el estilo árabe, que es de gran belleza, muy limpio".
Los Emiratos Árabes Unidos es un estado petrolero bajo las mismas leyes fundamentalistas islámicas que Arabia Saudita, con una deuda de 73.71 miles de millones de dólares e inflación por encima del 14%, un club de ricos decadentes en donde no falta la explotación laboral de somalíes ni las putas importadas de Rusia, que como cualquier país de cultura provinciana prefiere la arquitectura faraónica a la sustentable, lo que arrase con el entorno a aquello que lo haga habitable. Era imposible pues, que un "académico" habitante de los márgenes de la civilización occidental, acostumbrado a la endogamia cultural más perversa y acomodaticia, incapaz de apreciar una obra por algo más que sus cifras y tamaño, se abstuviera de expresar su candorosa admiración por los que construyen cada vez más alto. Enhorabuena. "Es increíble cómo han proyectado su ciudad", remata el jesuítico cenutrio.
De vuelta a Guadalajara, en medio de un atasco increíble, con calles llenas de perros muertos y basura, con cientos de nuevos fraccionamientos anunciados, no puedo menos que felicitarme por vivir en medio de tanta belleza.

lunes, febrero 08, 2010

Colegas

Leer libros proporciona el consuelo de escoger compañía, de abstraerse de ambientes deleznables o cainitas, de hacer mundo aparte cuando todo lo demás hace agua. De existir, los amigos de ficción con sus conversaciones densas e interesantes, su agudeza y originalidad, debieran estar ahí donde hay el tiempo y los recursos para tener una vida intelectual, una vida de conocimiento cargada de pasión crítica y libertad creadora: la universidad. Pero, en contraste, la realidad no puede ser más brutal: sujeta a modas y empresarios, presa de dogmas y mediocridad, la mayoría de las universidades ha devenido un terreno más para la democratización de la vulgaridad, para el envilecimiento colectivo, para el homo homini lupus...
Si un día me aparté de la fábrica y la empresa creyendo escapar al engranaje triturador de hombres, me equivoqué. Con cordial ingenuidad o mal disimulada mezquindad, mis colegas tienen a bien recordarme lo que soy: un empleado del que no se esperan grandes obras ni gestos heroicos, un digno peón que ha de seguir el juego a los invisibles dueños de la partida para comer caliente, un loro que repetirá las consignas que dicten los señores que deciden las tendencias durante un desayuno a cuenta del erario... Un don nadie, un número en las gráficas, un culiatornillado mono de ventrílocuo.
Muchos tienen el consuelo de su idiotez o abyección; otros, la capacidad mercenaria para vivir del presupuesto blandiendo formularios y nombramientos: a fuerza de repetir el ejercicio la fábrica de bufones termina aplaudiéndose el nudo del ombligo mientras, bajo su égida, generaciones de alienados se gradúan en cinismo y verborrea, en vacuidad y acidia, candidatos ideales para reemplazar sin cuestionamientos y aun con feliz optimismo a las generaciones desventradas por la urgencia moderna de productividad.
"Qué más da", parecen decir cuando les salta la vena crítica poniendo cara de compungidos, imposibilitados para hacer más ciencia que la que les permita solicitar más recursos para hacer más ciencia... Y yo vuelvo a mi mundo de libros, solitario. Y los dueños engordan felices de comprobar el celo de sus perros.