lunes, febrero 08, 2010

Colegas

Leer libros proporciona el consuelo de escoger compañía, de abstraerse de ambientes deleznables o cainitas, de hacer mundo aparte cuando todo lo demás hace agua. De existir, los amigos de ficción con sus conversaciones densas e interesantes, su agudeza y originalidad, debieran estar ahí donde hay el tiempo y los recursos para tener una vida intelectual, una vida de conocimiento cargada de pasión crítica y libertad creadora: la universidad. Pero, en contraste, la realidad no puede ser más brutal: sujeta a modas y empresarios, presa de dogmas y mediocridad, la mayoría de las universidades ha devenido un terreno más para la democratización de la vulgaridad, para el envilecimiento colectivo, para el homo homini lupus...
Si un día me aparté de la fábrica y la empresa creyendo escapar al engranaje triturador de hombres, me equivoqué. Con cordial ingenuidad o mal disimulada mezquindad, mis colegas tienen a bien recordarme lo que soy: un empleado del que no se esperan grandes obras ni gestos heroicos, un digno peón que ha de seguir el juego a los invisibles dueños de la partida para comer caliente, un loro que repetirá las consignas que dicten los señores que deciden las tendencias durante un desayuno a cuenta del erario... Un don nadie, un número en las gráficas, un culiatornillado mono de ventrílocuo.
Muchos tienen el consuelo de su idiotez o abyección; otros, la capacidad mercenaria para vivir del presupuesto blandiendo formularios y nombramientos: a fuerza de repetir el ejercicio la fábrica de bufones termina aplaudiéndose el nudo del ombligo mientras, bajo su égida, generaciones de alienados se gradúan en cinismo y verborrea, en vacuidad y acidia, candidatos ideales para reemplazar sin cuestionamientos y aun con feliz optimismo a las generaciones desventradas por la urgencia moderna de productividad.
"Qué más da", parecen decir cuando les salta la vena crítica poniendo cara de compungidos, imposibilitados para hacer más ciencia que la que les permita solicitar más recursos para hacer más ciencia... Y yo vuelvo a mi mundo de libros, solitario. Y los dueños engordan felices de comprobar el celo de sus perros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No nos tocará ver ningun cambio, verdad lo es todo, ignorantes de ello no somos, perooooo......hay que comer caliente.

Una voz sin eco, terminará por apagarse. Memoria corta tenemos en este país, pronto olvidamos.

¿Vale la pena joder tu vida cuando sabes que ... ¿mierda es y en mierda se convertiran?
Te quierooooo

Anónimo dijo...

siempre nos quedará un buen libro, debemos seguir comiendo, los amigos los puedes elegir.

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

Paciencia y barajar, supongo, aunque sea con la convicción de que el espacio se estrecha y de que, al final, hemos de morder el polvo...