viernes, febrero 10, 2012

Quibuscumque viis

Sí, lo imagino perfectamente. Habrá leído un buen libro de divulgación científica, tal vez la última novela de un Nobel contemporáneo, quizá salía del cine luego de haber visto una película presuntamente inteligente o, aun más improbable, de una obra teatral o un concierto que le habrá parecido revelador. Entonces se habrá percatado del engaño y habrá experimentado una gran vergüenza. Se habrá sentado en la mesita del salón a escribir:
"Ignoro de qué extraña fuente abrevan mis colegas para seguir plantando cara a la realidad, no sólo la de sus particulares vidas y nuestro común trabajo, sino también la de la más aguda cuestión de la verdad. Piensan poco, parece, o sólo en forma pragmática, lo que seguramente ayuda a mejor sobrellevar las cosas y tomar distancia de las posibles lecturas (pero tampoco leen ya, desde hace años). ¿Cómo pueden los padres poner a sus hijos en manos de estos desapasionados fantasmas? ¿Cómo puede esperar nadie aprender nada de estos cartuchos quemados en fruslerías?
"Los opuestos no son los religiosos dogmáticos cargados de supersticiones frente a los escépticos científicos. No. Estos dos grupos por los que he transitado son dos manifestaciones de la misma preocupación, la de la ética y la filosofía, la de la verdad y el sentido. Matemáticos y teólogos, físicos y filósofos, cada uno batiéndose contra el otro preocupados por abstracciones como la verdad o la tradición, tienen menos qué pelear entre sí que contra su verdadero enemigo: el hombre común que comercia y transige, el que por su vía carente de escrúpulos termina por sobrevivir. La oposición contemporánea está entre la gran masa de gente práctica y la cada vez más exangüe minoría de pensadores."
Aquí se aprecia una pausa. Hay huellas de que el papel se quemó con brasa de cigarro. Acaso habrá bebido cuando arreció el frío de la madrugada y habrá aprovechado para pasear por el salón observando los títulos de su biblioteca. Ahí debió comprender todavía más el engaño porque luego escribió:
"La verdad y el camino para conseguirla están consignados en los libros. Al final de mi juventud rechacé la verdad revelada por considerar que creer en ausencia de pruebas era un error. 'Vamos a comprobar', me dije, y di por sentado lo que los científicos afirmaban por parecerme lógico y creyendo en la promesa de que podía recorrer la ruta de sus descubrimientos si me lo proponía. Me hice de libros áridos en cuyas ecuaciones descansaban verdades tan filosóficamente inútiles como firmemente establecidas. Me hice luego de libros que otros especialistas de mi propio credo publicaban para 'explicar' sus ideas, sin reparar en la contradicción de que o bien seguía los caminos rigurosos de sus miles de especialidades o lo leído no tendría más valor que el de un chisme en boca de un experto cuya verdad no podía depender de su autoridad.
"La verdad era inaprehensible como sospecharon los antiguos, pero yo no me percataba. A mis textos técnicos y de divulgación se aunaron luego los históricos y literarios, los filosóficos incluso, pero no aquellos basados en creencias supersticiosas, sino los que me confirmaban saludablemente en las ideas que ya de antemano había dado por verdaderas. Leer estos libros por años ha sido como ahondar en un adoctrinamiento e irse perfeccionando en sus creencias y costumbres, en sus métodos y gustos. No he querido integrar a esta biblioteca los textos ñoños de Coelho ni los palimpsestos new-age, ni he dado crédito alguno a Mein Kampf ni mucho menos he perdido el tiempo con la 'biología' de los creacionistas, no porque haya comprobado su mentira ni porque haya establecido la verdad de sus -llamémosle así- doctrinas contrarias, sino porque ya había decidido de antemano que quería una cultura científica e intelectual moderna de la que quedaban excluidas estas ideas. Cuestión de doctrina. O quizá de estética."
Imagino que ese fue el momento lumínico que lo llevó a Chico, Wyoming: la certidumbre de que la verdad era una construcción como la cultura y no un hecho comprobable. "Salvo cuando se quiere hacer volar un avión", bromeaba al final de su vida el Dr. Pardon. "Pero esas son preocupaciones arcaicas. El mundo moderno es de los hombres de negocios."

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta historia seguramente es apócrifa. Estoy seguro que el éxodo del Dr. comenzó cuando le dejaron de tarea una escultura de plastilina y aún tuvo el descaro de dar una explicación al respecto.(1)



(1) Histórico

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

Pero Señor Presidente Legítimo del Mogote, ¿qué he hecho yo para que ventile mi infancia con tal descaro? Jajajajaja... Sólo queda decir con Coetzee-Goethe: "All Old Folks become Cartesian"...

Anónimo dijo...

Checa mi tarea:

http://ubuntuone.com/53mw4Kp9x3OCdiRwOYEVn7

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

Excelente trabajo, ¿es parte de un proyecto de investigación o un esquema ilustrado de la investigación misma y el tamaño intelectual de los "so-called" investigadores? Möbius anima mundi... jajajajaja

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

Herr von Mogote: No pude resistir dirigirme a Vuesa Merced para que compruebe lo que es ser un buen profesor más allá de jesuíticas retóricas: http://portal.iteso.mx/portal/page/portal/ITESO/Informacion_Institucional/Sala_prensa/Noticias/DetalleNoticia?p_noticia=46568

¡Para que aprenda! (o también "De Dios nadie se burla", jajajaja)

Anónimo dijo...

¡Claro! yo aparté mi póster y no citaré a Coetzee-Goethe sino a Porky

"That's Old Folks"

Unknown dijo...

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