domingo, octubre 15, 2023

Arco del triunfo

Seré intencionadamente superficial por falta de tiempo. El día en que habríamos celebrado nuestras bodas de plata recibí flores. Una coincidencia. No eran de él, desde luego, sino de quien todavía no cumplía un año de vivir conmigo. Como es natural, no le llamé para recordarle la fecha ni, con ese pretexto, preguntar por su salud o proyectos, avergonzado como todavía me siento del sufrimiento que le causé en más de dieciocho años de brega que se antojan desperdiciados sólo porque ya no estamos juntos. Tengo la convicción de que haberlo perdido (con todo lo dramática y equívoca que pueda resultar esta expresión) fue el mayor error de mi vida; tengo asimismo la creencia de que debía y podía haber hecho mucho más para superar nuestras dificultades. Y es que, por si cabía alguna duda (que nunca cupo), la suerte corrida en mis posteriores relaciones permitió destacar todavía más el carácter excepcional de su persona, la belleza de espíritu con que ya contaba cuando lo conocí a sus veintitrés años. No estuve ni remotamente a su altura, aunque ahora todo sean medias verdades y sea imposible separar la paja del trigo, no sólo porque ya no podemos reunirnos para aclarar nada sino porque no existe punto de vista alguno que me permita asumir lo ocurrido sin remordimientos ni lamentaciones: sólo me queda el silencio.
Mientras volvía de noche a casa donde me esperaba aquel que apenas un par de horas antes me obsequiara flores, con el cuerpo adolorido por el nunca bien tolerado gimnasio y mirando a un lado del camino las sucias aguas de la laguna, pensé en mi antigua relación como en un monumento silencioso que, como el Arco del Triunfo, diera cuenta de nuestras victorias y acontecimientos memorables, un edificio por mí proyectado al que, como Napoleón, nunca accedería más que con la imaginación por hallarme derrotado y exiliado en mi propia isla sonorense, remota y desértica. 'Sí', me dije, 'es indudable que hemos perdido, pero mi visión avergonzada es injusta y parcial, no sólo para conmigo sino para con él, pues en nuestro largo tiempo compartido cupieron la alegría y el optimismo, la euforia y la solidez, la confianza y el amor: es larga la lista de nuestros triunfos'.  La monarquía se reestablecería, se inauguraría la república, volvería un emperador en la persona de su sobrino sólo para acabar igual que su tío muriendo en el exilio, pero el Arco seguiría en pie con aquella lista cada vez más incomprensible de batallas ganadas. He aquí algunas de las nuestras en las que, inesperadamente, se cruza un par de las napoleónicas:

Guadalajara
La Primavera
Zirahuén
Paricutín
Janitzio
Guayabitos
Zacatecas
Camécuaro
Guanajuato
San Miguel de Allende
Teotihuacán
Cuernavaca
Oaxaca
Monte Albán
San Cristóbal de las Casas
Palenque
Champotón
Campeche
Uxmal
Playa del Carmen
Tulum
Valladolid
Villahermosa
Veracruz
Puebla
San Luis Potosí
Río Verde
Ciudad Valles
Xilitla
Praga
Venecia
Barcelona
Madrid
Mazatlán
Durango
Lagos de Moreno
Querétaro
Ciudad de México
Zamora
Morelia
Ixtapa-Zihuatanejo
San Juan de Alima
Colima
Tapalpa
París
Lille
Valenciennes
Bruselas
Brujas
Waterloo
Amberes
Ámsterdam
Londres
Roma
Ameca
Talpa
Mascota
Moyahua
Actopan
Atotonilco el Alto
León
Peña de Bernal
Tula
Cacaxtla
Tlaxcala
Cholula
El Tajín
Tecolutla
Martínez de la Torre
Teziutlán
Saltillo
Monterrey
El Escorial
Segovia
Toledo
Lisboa
Sintra
Milán
Florencia
Pisa
Siena
Magdalena
Ciudad Obregón
Navojoa
Álamos
Cócorit
Guaymas
Hermosillo
Yécora
Basaseachi
Guachimontones
Puerto Vallarta
Tucson
San Javier del Bac
Phoenix
Sedona
Oaks Creek
Chelly Canyon 
Flagstaff
Gran Cañón del Colorado
Monument Valley
Chichen Itzá
Cancún
Mérida
Izamal
Muyil
Altos de Jecopaco
Viena
Bratislva
Estambul
Nápoles
Pompeya
Boston
Oviachic
Sonoyta
El Pinacate

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No te da verguenza ser tan asqueroso?

Anónimo dijo...

Me das verguenza y lastima.

Anónimo dijo...

La ira es un veneno que nos tomamos esperando le haga daño al otro. (SHAKESPEARE)