miércoles, mayo 24, 2006

El que no vota

Hay en los medios una serie de campañas que compiten en memez y capacidad de tergiversación sin que pueda saberse hasta qué punto pervierten la mentalidad de la población, cada vez más atenta a los slogans facilones que pueden ser repetidos irreflexivamente que a la discusión de ideas que permite mantenerse en alerta intelectual. No se trata de campañas políticas -donde, después de todo, estamos acostumbrados a no tomar demasiado en serio la verborragia de los políticos- ni de campañas publicitarias de productos o servicios -donde nadie creerá que tomando aquel refresco se volverá más guapo o tendrá muchas aventuras- sino más bien de campañas cívicas para la promoción del voto o la exaltación de la presunta mexicaneidad; es decir, campañas prácticamente inatacables por su intención aunque en el camino cometan toda clase de burradas.

Hay que ver, para empezar, cómo el Instituto Federal Electoral insiste en convocar a los ciudadanos a ejercer su derecho al voto por medio de mensajes que aparte de rayar en lo agresivo hacen silogismos falsos o peligrosos. "Si no votas, no te quejes" reza alguno de los spots en que se gastan las millonarias cantidades destinadas a la promoción del voto. No veo por qué debiera estar alguien en obligación de votar a fin de poder emitir sus opiniones. Votar es un derecho y opinar también. No dependen el uno del otro y si bien votar puede ser interpretado como la emisión de una opinión, su finalidad no es meramente informativa (saber las preferencias de la población) sino electiva: se escoge a los gobernantes. Dicho sea lo anterior sin utilizar el argumento doloroso de que en estos tiempos casi cualquier candidato o político desagrada de pies a cabeza, de manera que los partidarios del ejercicio de votar han recurrido a consignas cada vez más torpes para convocar a los electores: "Vota por la mejor propuesta" o mejor dicho, "vota por la menos mala". Parecen decir "esto es todo lo que hay, de modo que escoge: chícharos crudos o garbanzos duros", pero no te abstengas de comer porque entonces incurres en una falta imperdonable.

Se afirma que el abstencionismo corrompe la democracia, cuando abstenerse bien puede ser la expresión válida de la preferencia electoral de un ciudadano: no me agrada ningún candidato, luego entonces no he de legitimar con mi voto ni al "más conveniente" ni al "menos inconveniente". Quiero creer que los políticos tienen mucho interés en que la gente vote por razones de responsabilidad cívica y fortalecimiento de los hábitos democráticos, pero tomando en cuenta su vulgaridad, su oportunismo y su absoluta desfachatez, no me cabe duda de que se hacen eco de estas campañas sólo para legitimarse y sentirse con ello investidos de autoridad.

Habrá quien considere que se puede participar en las elecciones y aun así manifestar el repudio por todos los candidatos a través del recurso de anulación del voto. Esa es una opción, pero nadie la promueve en los medios. Se puede ir más lejos y decir que si a alguien le repugnan no sólo los candidatos sino el sistema empleado por el IFE para organizar y promover las elecciones puede abstenerse incluso de votar, pues si vota y anula sus papeletas estará de todos modos avalando al IFE y su funcionamiento, incluidas las carretadas de dinero que reparte entre los partidos.

La responsabilidad cívica de votar es pues, mucho más amplia que un simple escoger candidatos a través de una papeleta como quien va al mercado y escoge la fruta de su agrado. No se trata de la venta de simples productos, sino de la elección de gobernantes y también la expresión de minorías y disidencias. En este último sentido, un abstencionismo bien fundado es también expresión democrática y el más responsable de los ejercicios cívicos, muy por encima incluso de quienes votan irreflexivamente porque "tienen el valor" y no les vale.