jueves, octubre 05, 2006

Niños explotados e hipocresía

Sin apenas poner atención, sin siquiera perseguirlas o invocarlas, este mundo ofrece una variedad inagotable de contradicciones, entuertos, enjuagues, tergiversaciones y sinsentidos, río revuelto que ha permitido a los más cínicos declarar la corrupción de todo en todos los niveles (quizá para mejor distribuir la culpa) y a los más ingenuos declararse alienados para efectos prácticos (quizá para que se les excluya de su participación). Un botón de muestra bastará como ilustración de lo que digo, un botón que llegó hasta mi escritorio en la forma de una gaceta periódica universitaria que no se distingue precisamente por su brillantez.

En la portada se anunciaba a página completa el artículo "Niños explotados", donde la autora -universitaria, naturalmente- entrevistaba a varios especialistas -también universitarios- que hablaban del trabajo infantil en México, proporcionando cifras (3.3 millones de menores de 14 años trabajando en México), condenando la muy reprobable explotación infantil ("la mayoría de los menores no alcanza a ver que se les está robando la infancia") y recordando los derechos universales de los niños (que expresamente dicen que "no debe permitírseles trabajar"). Todo muy coherente, moralizante, justo para levantar indignación y así comprar la buena conciencia.

Lo que me pareció verdaderamente extraño es que los especialistas no se hayan dado cuenta del trabajo infantil que se realiza dentro de las instalaciones universitarias donde laboran, misma que muchos profesores, investigadores, autoridades universitarias y estudiantes, fomentan y aun exigen, para que sus automóviles luzcan limpios, para que se vendan fruta o golosinas con oportunidad cuando ellos tengan hambre, para que alguien aparte un lugar de estacionamiento y ellos no deban molestarse en buscarlo, para que nadie se acerque a sus autos y éstos se mantengan impecables y seguros.

Según el Diccionario de la Real Academia, moralina es "moralidad inoportuna, superficial y falsa", es decir, lo menos que se podría esperar de las personas que se dedican a la educación de jóvenes, lo más lejano al ejercicio del pensamiento científico, crítico y racional, el anverso, desde luego, de lo que se espera de un universitario, llámese estudiante o administrativo, por no hablar de profesores, investigadores y demás académicos. Ya se sabe que no son tiempos buenos ni para la lógica, ni para la consistencia, ni siquiera para la coherencia sintáctica. ¿Cómo puede entenderse que las "soluciones a fondo" propuestas por académicos sean "que se invierta en educación y en la generación de empleos" si ellos, que son en quienes se ha invertido en educación, no son capaces de ver la viga en el ojo propio y sí la paja en el ajeno? ¿Cómo puede creerse que la explicación del trabajo infantil sea la "incapacidad de generar empleos con una remuneración decente" del gobierno de Vicente Fox? Los especialistas, ya lo ven, siguen creyendo que el Santo Patrono del gobierno debe generar todas las soluciones, cuando lo único que debería hacer es no estorbarlas. Los especialistas, evidentemente, necesitan que el gobierno les prohíba contratar niños para lavar sus coches, pues de lo contrario carecen de iniciativa civil.

"El niño tiene derecho a recibir educación y disfrutar plenamente de juegos y recreación", dice otro de los derechos universales de los niños citados en el mismo artículo. Si la educación que va a recibir es la de aquellos que ahora se erigen en sus hipócritas defensores, más les valdría buscarla en otro lado.

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