lunes, mayo 11, 2009

Rodrigo Enríquez, intelectual tapatío

–Bien que los años pasen sin concedernos uno sólo de nuestros deseos de juventud (esas inocentes criaturas que terminan por volverse en contra nuestra, irritadas e inflexibles), bien que la resignación termine por imponer su reino de silencio sazonado con la repugnante empatía de los que hasta hace poco considerábamos idiotas, bien que seamos rápidamente descartados como actores en el teatro del mundo y se nos retiren –si alguna vez nos fueron dados- la influencia económica y el poder político, el ascendente moral e intelectual, o hasta la simple calidad de personas en tanto que consumidores; no es posible tragar encima el éxito –aun lógico y consecuente- de quienes juzgamos inferiores no sólo en lo que no nos atañía, sino en lo que nos concernía directamente y creíamos nuestro propio reino indisputable, ¡eso sí que es insoportable, Carmelo! ¡inadmisible! Farsantes, oportunistas, embaucadores que en tiempos menos bárbaros habrían sido denunciados, hoy prosperan hasta erigirse en guías con el aplauso unánime de sociedades frívolas, autocomplacientes y fatuas. Como esta, naturalmente…
–¿Dónde lo viste?
–En la columna Letras y Artes del Reinformador, imagínate, al menos está en el periódico (por llamarle de algún modo) que le corresponde. Mi sobrino lo olvidó aquí esta mañana, no irás a creer que yo compro esa basura…

–Pues ahí tienes el equilibrio que te falta: Rodrigo publica en donde puede hacerlo, es decir, en pasquines provincianos cuyo manual de estilo es perfecto para anuncios de ocasión, ¡ja, ja, ja!

–No es cosa de risa, Carmelo. He investigado más y me he encontrado con que este imbécil que ahuyentaba a todas las chicas en la preparatoria y cuyos amigos eran siempre tipos con alguna forma de retraso, ganó hace seis años el premio estatal de cuentos, lo cual hubiera carecido de importancia si la televisión local no lo hubiera invitado enseguida a un programa donde al parecer contó chistes, explicó cómo “su obra” definía a esta ciudad e hizo declaraciones ridículas que pasaron por “fuertes”, elevando espectacularmente el rating.

–¿Fuertes? ¿qué quieres decir?

–Ya sabes, tonterías de esas que permiten a una sociedad anodina suponer que está delante de un gran pensador, aunque éste sólo repita lugares comunes sin proponer nada serio. Por ejemplo, ¿qué te parece este galimatías? Cito: Es normal que aquí haya ocurrido la guerra cristera porque entonces el gobierno federal pretendió instaurar un laicismo religioso que paradójicamente mezclaba lo que nuestra sociedad teológica ya había separado, pues organizándose en torno a Dios los tapatíos ya comprendían la diferencia entre sus representantes espirituales y civiles. De ahí que hoy haya plena conformidad entre el cardenal, el gobernador y sus fieles. Pese a nuestras diferencias socioeconómicas, no tenemos conflictos. ¡Dios Santo! ¡con razón le dieron su propio programa de televisión!

–¿Ah sí? ¿Y eso es lo que te molesta? Si te sirve de consuelo nadie mira los programas de la cadena estatal.

–Eso fue hace seis años. Hoy es invitado prácticamente a cualquier programa o evento de los denominados culturales, por parte de cualquier gobierno, editorial o asociación, viaja y escribe libros de esos que se exhiben en los aeropuertos con letras grandes y fotos pretendidamente casuales del autor. Desde hace un año le llaman “el intelectual tapatío”, ¿qué te parece, Carmelo? ¡Y yo sin saber nada!

–Interesante. Creo que ya había visto su nombre, pero ni remotamente imaginé que se tratara de nuestro querido Rodrigo, ¡ja, ja, ja! ¡tiene gracia!

–¿Gracia? Es un mentiroso cuyo éxito radica en la absoluta ignorancia con que eyecta sus inmundicias. Está convencido de sí mismo y se ha instalado cómodamente en el papel de guía, alma local, sabio, historiador, literato, suma idiosincrásica y espíritu vivo de la ciudad, por usar sólo algunos de los adjetivos que le han aplicado. ¿En qué año estamos, Carmelo? ¿en 1900?

–No, pero si el modernismo más obtuso, el menos preparado y más barroco tiene un rincón privilegiado dónde seguir subsistiendo, es aquí, en Guadalajara. ¿Trabaja en alguna universidad?

–En todas. Él lo ha explicado como parte del “espíritu conciliador de la provincia que permite la síntesis de tridentinos y revolucionarios, guadalupanos y marxistas”. No pasará mucho tiempo para que incorpore el Sanborn’s, Plaza Galerías y los accidentes de ese monumento a la indolencia vial que llamamos Periférico al repertorio de nuestras más queridas tradiciones. Qué asco.

–Deberías buscarlo ahora.

–¿Yo? ¿Estás loco?

–Te lo digo por esto.

Le extendí un trozo de periódico que llevaba meses en mi cartera. Era el discurso de inauguración de la feria del libro del año pasado a cargo de Rodrigo Enríquez. Decía:

¿Por qué me admiran? Soy como cada uno de ustedes, nací en esta ciudad cuando todavía podía manejarse en ella, también compré una casa del Infonavit que no he terminado de pagar y fui asaltado en Oblatos. Lo que he logrado lo puede lograr cualquier tapatío con espíritu abierto, optimismo e inteligencia, cualidades que tenemos todos. Bueno, casi todos. Tuve un compañero muy brillante en la preparatoria cuya flama seguramente apagó su pesimismo. Tuvo la opción de formar parte de una sociedad maravillosa y rechazó sus bienes espirituales, rechazó su gobierno y sus costumbres. Se fue del país. Ahora no sé dónde está ni tiene importancia porque yo estoy aquí, inaugurando esta feria del espíritu en comunión con mi sociedad, mientras él, como toda víctima de soberbia, debe estar solo. No olviden los verdaderos tapatíos que su primera obligación es la nobleza. Y la segunda, su lealtad. ¡Que viva la unidad que refleja esta feria!


Luego de una silenciosa pausa se levantó a encender la televisión.

–Ya va a empezar el partido, Carmelo. Quizá todavía pueda reintegrarme.

Levanté una ceja extrañado, mirándolo por encima de los lentes.

–Vale, vale, sólo bromeo... Nos queda la risa, ¿no?

4 comentarios:

El Camion de la Prosperidad dijo...

y esque ahora el escritor y el poeta es como la moda: No se basa en substancia sino en mercadotecnia. A proposito de Guadalajara y la gripe de pollo. La ciudad se incha, como esta cambiando!

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

Sí, supongo que un cáncer también puede ser calificado de inflamación: en todo caso "la ciudad crece" (sic), ¡ja, ja, ja!

Anónimo dijo...

No entiendo el título, Rodrigo Enríquez es un nombre canónico en cambio el adjetivo carece de sentido.

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

¿Intelectual tapatío es un adjetivo? Y yo creyendo que el oxímoron terminaba ahí, ¡ja, ja, ja!