Entre sus
papeles de dos mil nueve, su biógrafo encontró la siguiente descripción
conmovedoramente transparente de lo que, a juicio del experto, constituye el
mayor fracaso y aprendizaje de su experiencia cultural europea:
"Mi jefe
es un hombre muy inteligente y técnicamente notable, con ánimo gregario y
abundante energía, un nerd y al mismo
tiempo un bully, si cabe semejante
combinación en el amplio abanico de personalidades que ofrece el mundo. Yo
sabía que estaba delante de todo un personaje desde que lo conocí en el punto
de menor latitud que he visitado, en Finlandia, si bien en aquella ocasión
hablamos poco coincidiendo brevemente en la conferencia a la que asistíamos y
también en algún bar. Fue su exposición la que inspiró buena parte de mi futura
y muy mediocre tesis de doctorado; fue su moderada aprobación de mi trabajo,
junto con la del Checo Holandés y la del Español Valenciano, la que me incluyó
repentinamente entre los contados miembros de la ciencia invisible. Coincidí
con él nuevamente en Praga, durante la conferencia mundial de la Federación que
se desarrolló en la misma semana en que volví a México, aunque esta vez hablé
todavía menos con él. Lo acompañaba el Francés Polaco, el estudiante de
doctorado más brillante que ha tenido y de quien me quedó una desagradable —y
finalmente injustificada— impresión de torva mezquindad. No volví a verlo hasta
la noche en que me recogió en Lille junto con su esposa y su hijo para iniciar
mi trabajo en Valenciennes como investigador posdoctoral.
"Un
hombre inteligente, he dicho, que combina mañosamente camaradería, autoridad y
rigor, que avanza paulatina, pero decididamente en el sometimiento de las
personas que quedan bajo se égida, un sometimiento no precisamente moral,
laboral o psicológico —aunque no se excluyen como efectos secundarios— sino más
bien de imposición por la vía de la competencia en cualquier terreno, sea
técnico, intelectual, cultural o deportivo. Si bien no son pocas las veces en
que dicho espíritu deportivo tiene las mismas motivaciones inocentes de un niño
que quiere jugar apuestas y medirse con sus amigos, también es verdad que en el
proceso el jefe legitima su autoridad porque, sencillamente, es el mejor. Y
parte del juego (del pose si se quiere) es coronar su supremacía con un beau geste de afectado desdén por la
victoria, como si tuviera perfectamente claro que sus prioridades están siempre
en otra parte, no en aquello que lo expone o vulnera, así invierta cantidades
ingentes de tiempo y esfuerzo en conseguirlo.
"Lo mismo
si se trata de algún problema matemático o algorítmico, de las razones del
colapso de la economía, del inacabable y muy aburrido tema del racismo o la
religión, de alguna duda en materia de lingüística o de nadar la mayor
distancia en el menor tiempo posible, mi jefe tiene el impulso natural de ser
el mejor, ya sea proporcionando una solución incontrovertible, soltando
interpretaciones rotundas donde apenas caben palabras como quizá o tal vez, elevando
la voz y apurando el discurso para mejor aplastar los argumentos ajenos, o bien
simplemente nadando sin parar hasta dejarse el cuerpo en la piscina. No
perdamos perspectiva: todo es juego, sí, pero la puesta en escena, la mayoría
de los diálogos y los aplausos del público son todos suyos. Y nos incluye a la
mayoría como comparsas.
"En pocos
casos resulta esto último tan patente como en su trato hacia los extranjeros
del equipo: sin consideración por las dificultades lingüísticas que
experimentamos (¿y por qué habría de tenerla?), sin apenas interés en escuchar
lo que queremos decirle (que acaso siempre es irrelevante), dándonos por
descontados y muy conocidos (y quizá así sea), el jefe hace escarnio de
nosotros amparándose no sólo en su posición, sino en una ambigüedad
perfectamente bien armada: si alguien se ofende o lo toma en serio entonces esa
persona carece de sentido del humor o no tiene la inteligencia para distinguir
la verdad de la broma; si por el contrario se aceptan sus excesos como guasa y
se intenta contestar en el mismo tono, rápidamente se comprobarán los límites
naturales que impone su superioridad lingüística, laboral y aun fonética (su
voz tiene el registro de un tenor); si se prueba la vía media de seguir el
juego dejando que la conversación adopte la gravedad o risa que le corresponda,
entonces se experimentará la frustración de un juego retórico en donde sólo se
participa como apuntador de teatro, pues él hablará la mayor parte del tiempo
invirtiendo la actitud que uno adopte, es decir, ridiculizando con risas y
manotazos —no argumentos— las razones que se le ofrezcan y argumentando
seriamente como si se le fuese la vida en ello ante las ironías o parodias que
se le enfrenten.
"Ignoro
si él se da cuenta de la situación arriba descrita, casi estoy seguro de que es
inconsciente de ella o la interpreta en forma radicalmente distinta, pero al
mismo tiempo vale la pena observar que ese estado de cosas no se produce
espontáneamente, sino que es el resultado de una adaptación que comienza en el
momento en que conoce a una persona en el ámbito laboral: la posición de esta
última en relación con él determina buena parte de la evolución futura. Si se
trata de un colega del mismo nivel (como los otros dos profesores dentro del
equipo) o de alguien que no trabaja con él (profesores y estudiantes de otras
universidades, por ejemplo), su trato es respetuoso y sus bromas moderadas en
función de la respuesta que reciba. Si se trata de alguien que trabaja bajo sus
órdenes siendo francés (los maître de
conférence, por ejemplo, o los ex estudiantes como el Francés Polaco o el
Francés Suizo) sus bromas son siempre mínimas y jamás (claro) sobre su
nacionalidad, religión o acento. Si finalmente se trabaja bajo su jefatura
siendo extranjero, entonces es cuestión de tiempo para que todo termine siendo
el carnaval arriba detallado, salvo si se es excesivamente frío o talentoso (lo
primero causaría su indiferencia y probable desprecio, lo segundo su interés y
cooperación siempre que no se le rebase).
"Hay que
reconocer que a todos —extranjeros incluidos— da amplia oportunidad para que le
sorprendan y demuestren que vale la pena prestarles atención. Pero ello sucede
una sola vez y no parece admitir revista. A mí me tocó el turno en esos
primeros arduos meses en Valenciennes, cuando me explicó sus problemas técnicos
a fin de que empezáramos a resolverlos juntos, al tiempo en que descubría en mí
a un hombre cultivado (relación horizontal); cuando nos invitó al maître de
tres hijos y a mí a exponerle posibles soluciones y él comprobó cuán lejos
estábamos de dar algo técnicamente valioso, sobre todo cuando a dichos
encuentros se sumaba el verdaderamente talentoso Francés Polaco (relación
diagonal); cuando pasaron los primeros meses de infructuosos esfuerzos
comprobando cotidianamente mis errores de programación, control y matemáticas,
que le dieron finalmente licencia para llamarme quiche como sinónimo de incompetencia blanda y confusa, inaugurando
así el abanico de florituras con que me ha premiado hasta ahora (relación
vertical). Esos meses fueron mi turno para, por así decirlo, ganarme su
respeto. Y el resultado fue heterogéneo, toda vez que en sentido técnico perdí
su confianza para luego reconquistarla muy lentamente, al tiempo en que
culturalmente nos encontramos bastante afines y respetables. Pero en su trato
cotidiano quedé incluido en el mismo saco que el resto de los extranjeros: ni
talentoso ni inútil, apenas otro miembro extranjero
del equipo.
"Para
terminar este ya largo y tedioso recuento no puedo dejar fuera la lamentable
historia de la reacción de mi jefe ante mi mentira y posterior verdad sobre mi
orientación sexual. Admitamos de entrada que fue estúpido mentir y
probablemente también lo fue decir la verdad: lo primero porque siempre dará
lugar a juicios morales sobre la necesidad o justificación de engañar a los
otros; lo segundo porque los otros siempre podrán decir —y mi jefe sería el
primero— que mi vida privada no les importa. No obstante, suele suceder que
detrás de las dos razones citadas se ocultan otras motivaciones: que condenamos
al que miente porque nos coloca por debajo de él y que condenamos al que nos
comparte su mundo si éste nos produce asco, o sea, si nos sentimos por encima
de él. Dicho lo anterior, necesitamos pruebas para descartar las razones
aparentes y descubrir las reales: si mi vida privada no era asunto que le
interesara a mi jefe, ¿por qué me preguntó por mi estado civil apenas subir a
su auto aquella noche de diciembre? (porque es normal), ¿por qué insistió en
saber si mi mujer vendría algún día o en conocerla cuando supo que iba a venir?
(¡porque también es normal!); pero… ¿por qué dejó de preguntar si vendría y
perdió todo interés en conocerla o simplemente mencionarla desde que supo que
era hombre y no mujer? (¿porque es normal?). “Saludos a la señora” suele
decirles a quienes viven con una mujer aunque no estén casados con ella. Yo,
naturalmente, no puedo permitirme expectativas."
4 comentarios:
No entiendo, las temporadas completas de House no fueron suficiente?
Los subtítulos están desfasados (a veces de manera grave) en varios episodios de la primera temporada. Mi jefe bebía vino, no vicodin, pero supongo que esto no hace ninguna diferencia...
Puede ser que los subtítulos de tu jefe también estén desfasados. Si vas para allá este año tal vez leas lo que te dijo entonces...
jordan shoes on sale
tiffany and co outlet online
kobe shoes
louboutin shoes
adidas tubular
michael kors handbags
michael kors handbags
adidas nmd
yeezy shoes
michael kors handbags clearamce
tiffany and co
ralph lauren online,cheap ralph lauren
michael kors handbags sale
nike zoom kobe
http://www.raybanglasses.in.net
air jordans,cheap air jordans,air jordan shoes,air jordan 11,air jordan 13,air jordan 6,air jordan 4
links of london sale
http://www.oakley-sunglass.in.net
nfl jerseys
nike zoom
http://www.oakleystoreonline.us.org
kobe byrant shoes
http://www.cheapairjordan.us
michael kors outlet
nike dunks
kobe sneakers
louis vuitton handbags
yeezy boost 350
Publicar un comentario