viernes, diciembre 30, 2016

Resistencia

El Señor Gala dio un largo sorbo a su taza de café, pidió silencio, se acomodó mejor en su silla elevada en tanto los demás nos recogíamos más o menos atentos a sus palabras, unos abrazados a sus propias rodillas y otros en parejas inestables o borrosas, y dijo:
"Amigos míos, compañeros, amantes nuevos y viejos, la vida es muy corta como para reprocharle la errática trayectoria que nos condujo hasta aquí, culpa de todos o de nadie, imposible saberlo, lo cierto es que estamos reunidos ahora todos los que sobramos tras las muchas vueltas que dio la vida. No me acompaña mi padre al que llevo muchos años de haberle perdido la pista si es que alguna vez lo conocí realmente, ya lo ven: un día se levanta uno deseando ser el hijo de alguien y al siguiente resulta que ya tiene uno tantas décadas encima que sólo puede ser padre de otros, y perdida queda para siempre la posibilidad de ser hijo de nadie. No me acompaña mi madre porque le aqueja una sociopatía que, pudiendo ampararse en su carácter senil, obedece más bien al conocimiento de la naturaleza humana, ¿cómo podría yo, renegado misántropo, sacarla de su error y traerla a esta o cualquier otra tertulia si éstas ponen brutalmente en evidencia el proceso de enajenación que lleva a la muerte y que no es otra cosa que hallarnos cada vez más rodeados de extraños o advenedizos o transeúntes, subrayado año con año el carácter peregrino de la vida? No están presentes mi hermana con su agradable trato superficial ni mis sobrinas que no cuentan para nada ni mi cuñado en cuya mirada alcancé a percibir, todavía hace algunos años, la convicción frustrante de que el futuro no se parecía a lo que entonces y todavía más ahora recogía. ¿Karl? Karl es un personaje, no se hagan ilusiones. Un personaje tierno y obscuro en mitad de la noche estrellada de Sinaloa, mientras escucho el trasiego de la hierba y los globos elevados como los que en unos momentos más iluminarán algunos puntos de Santa Teresa. Un personaje misterioso cuya nariz no percibe el olor a celulosa de la barranca de Atenquique ni los vapores de la fábrica de aceite a la entrada del Camino Real. Una mano de dedos largos y labios como de pato. Un futuro que recuerdo con precisión. Karl. Entretanto, mis abuelos están muertos. Mi hijo está muerto. Hierba estéril aferrada a la arena del desierto, ni perla ni río de piedras, jamás habría podido siquiera adivinar que esta noche me rodearían ustedes, a quienes el consejo de los años me recomienda no apegarme. Les agradezco la paciencia que han tenido para conmigo durante todo el año y la resignación colectiva a recoger los restos del naufragio que soy yo, dándolos por buenos, sea por desinterés o pudor, tanto da, para luego ejecutar mis instrucciones y aprender los parlamentos e interpretar los personajes, y dejarse llevar por el ritmo hipnotizante de esta obra de Schiller o Thalheimer, tan parecida en su terquedad al estruendo de las olas yodadas de Cuyutlán o del viento de la última curva del camino a Tapalpa. Son malos tiempos, señores, si no lo saben lo intuyen al menos. Este teatro está próximo a cerrar. El tiempo concluyó hace ya muchos años. La obscuridad verdadera no la de esa noche estrellada en mitad de Sinaloa, no la de la sombra de la Peñita de Jaltemba frente a la playa mal iluminada de Guayabitos se extiende como un cáncer e invade aulas y corazones, cerebros y comidas, diálogos y sorderas. Soy empleado de una institución lobotomizada cuyo único objeto es asesinar el espíritu y preparar el cuerpo de sus pupilos para pasar por los engranes trituradores de los hombres de negocios. El morfinómano que la dirige celebra la publicación de excrementos editoriales de maricas travestidos de reyezuelos, el Dr. A prologa al Dr. P., la Dra. E felicita al Dr. Ch. La pirámide cretinizante de hombres que alguna vez soñara Salvador Dalí, donde los pisos inferiores se alimentaban de los excrementos de los superiores, está alcanzando ya la perfección. Como predijera el pintor, la mierda adquiere así la consistencia de la miel, convertidos todos en vías de paso de una maquinaria enloquecida. ¿Qué harán, compañeros, amantes antiguos y nuevos, amigos todos, para protegerse contra esta barbarie? ¿Cómo harán para amar en medio del acelerado apocalipsis en que cabalgamos? Tendrán que resistir. La traición de los inconscientes será siempre inferior a la de cualquiera de ustedes porque ustedes, mucho me temo, ya saben y no podrán engañarse. Ustedes ya saben y tendrán que ser espiritual e intelectualmente superiores para sobreponerse al escepticismo más ácido, producto de los derrumbes existenciales. Sobreponerse a ello es una tarea que no puede cumplir cualquier fe improvisada y acomodaticia. Sobreponerse con realismo a la realidad requiere una capacidad inigualable para soñar despierto. Beware! And, beware! La vida no es sueño, diríamos junto con Lorca. Pero ya os he dado una tabarra tremenda. Feliz año a todos. Os quiero variable y caprichosamente. También puedo olvidaros."
María y yo nos abrazamos enseguida. Nos miramos a los ojos seguros de que llegaría el día en que nada de lo que nos rodeaba estaría junto a nosotros. Ni ella. Ni yo.

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