domingo, abril 18, 2021

El fantasma del Doctor Kaczynski

'Siempre existe ese riesgo de que lo sin futuro no acabe'
Tu rostro mañana de Javier Marías.

No hay productividad que me alivie, aunque escojo mantenerla alta para tener menos que reprocharme al final del día. 'Mira', parezco decir a un juez invisible que en tiempos fue dios y ahora su implacable sombra, 'no he arreglado mi vida, pero a cambio no he perdido el tiempo, no me he detenido a examinar el sentido de lo que hago como pretexto para la pereza, aunque acaso esto no sea lo correcto y deba detenerme lo antes posible asumiendo las consecuencias, ¿no me valen aunque sea en calidad de préstamo los lugares comunes acerca de la significación de lo que hago? Es fácil para los maestros, dicen, incluso para los hombres de ciencia'. Mientras se suceden en la televisión los así llamados videos de interés o entretenimiento, noticias o música, con un libro cuya lectura avanza a cuentagotas en la mesita de noche, van desdibujándose este y otros pensamientos para dar paso a la duermevela cuyos contenidos ya son sólo imágenes o sensaciones, nunca la paz ni el silencio, nunca el consuelo o la satisfacción. A veces me sobresalto horrorizado de una idea fugaz y abro los ojos para orientarme; otras veces la memoria me devuelve a escenas pasadas que, si bien fueron inocuas en su momento, hoy se aparecen contaminadas de presciencia, como si ya contuvieran el germen de este largo presente inacabado y mi voz no alcanzara a prevenir a mi ingenuo predecesor, una y otra vez —para siempre— condenado a repetir la trayectoria. A mi derecha se extiende la cama como una llanura desierta habitada por un control remoto. Lo interrogo con la mirada antes de apagar la televisión: '¿es que la vida en pareja sirve para acallar estas voces? ¿reemplaza un cuerpo tibio todas las preguntas?' Los muchos años del amor firme —pero amistoso— y los pocos del amor apasionado —pero desleal— sugieren que no todo puede dejarse para mañana indefinidamente. 'Cuando llega la hora de responder', me digo, 'descubrimos que estamos solos'.
Se hace la obscuridad, la habitan monstruos, no así el insomnio que gracias a la compulsión heredada de mi madre es sustituido por el agotamiento ganado a pulso en actividades sin pausa, físicas e intelectuales, laborales y —al menos nominalmente— recreativas. Viajo. Me alejo lo más que puedo con éxito variable. A veces espero a que la mayor de mis tías termine de arreglarse frente a su espejo ovalado mientras hojeo sus libros de anatomía. A veces me acompaño de muertos sin saber que lo están o bien teniendo cuidado de no comentárselo, rostros que no envejecen igual que el de los vivos en su tiempo cenital. Recorro calles y estaciones, casas y azoteas conocidas que al despertar no tienen geografía precisa. Pero no tiene demasiado valor aquello a lo que prestamos nuestras palabras o deseos, no cuando la tenue luz del alba dibuja gradualmente los contornos de la realidad silenciosa difuminando a su vez el más allá. En el espacio que llamamos aquí y ahora el cuerpo no admite aplazamientos ni especulaciones, así consigo ponerme de pie y reincorporarme a la rueda del mundo, deslizarme cuidadosamente por entre las fronteras de lo poco y lo mucho para que no se diga de mí que he sido un irresponsable o un desaprensivo, un parásito o un imbécil, 'otro día, pues, de no cargar con más cadáveres que los admisibles en la vida civil, otro día sin matarme, sin dejar de alimentar a las perras o regar las plantas, otro día de trabajo sin cuestionamientos de nueve a siete, con ingenio incluso, con garbo, sin ofender demasiado a quienes aún me frecuentan o se ven obligados a frecuentarme, ¿para qué decirles hoy que hace tiempo que ya no me interesan? ¿por qué no esperar a mañana o a pasado mañana confiando en que el azar los borre o cambie por otros? Ah, otro día de paciencia o entumecimiento, de alimentar la ironía para que la conciencia no nos empuje a la desesperación ya que no podemos simplemente eliminarla —la conciencia—, otro día de hacer lo que se espera de mí, otro día de yo mismo o de su idea. I am sick of it! Tomando en cuenta todo, qué suerte que aún sepa bien la comida'.
No deben confundirse las ganas de vivir de nuevo con la sensación de haber desperdiciado la vida. Cuando joven, entraba emocionado en cada etapa consciente de su finitud y feliz de transitarla para iniciar otra más, pero a partir de cierto momento, casi inadvertidamente, lo hacía deseando que fuera la última para instalarme en ella para siempre, un error sin duda, una involuntaria estupidez acaso avivada inconscientemente por la idea burguesa de la madurez como feliz resultado del progreso, ley de vida dicen los idiotas, así en el amor en el que supongo nadie se instala a plazo fijo, aunque este plazo exista y se le ignore o dé por descontado. 'Si al menos esas referencias hubieran sobrevivido a las vicisitudes del tiempo', me digo sin querer en el momento de hacer una pausa frente al ordenador en pleno mediodía, 'si al menos quedara ese asidero mientras a mi alrededor las cosas cambian, si se hubieran dado la mano el deseo y la realidad'. Pero lo que era para siempre resultó no serlo y no hay reflexión ni análisis, no hay catarsis ni exégesis que pueda darle un cierre definitivo. 'Sólo la superioridad objetiva del presente puede poner al pasado en su sitio', me acude al pensamiento mientras corto en trozos el pimiento morrón y la cebolla, echo aceite en la cacerola y tiendo el pescado en una cama de sal y pimienta, 'pero mucho me temo que esa superioridad sólo vendrá de la soledad y no del sucedáneo del amor, ¿pero y luego?, se fríe el pescado entre la cebolla y el pimiento, las perras se acercan a la puerta de la cocina y olfatean, 'acaso me arrepienta después si no tengo convicciones firmes para la soledad, pero ¿no es peor vivir acompañado e insatisfecho? ¿qué va a pasar cuando acabe este período de suspenso?', el arroz y las verduras reciben en el plato al pescado frito con cebolla y pimientos, me instalo frente al ordenador, antes trabajo, ahora entretenimiento, más tarde conversación, amor o sexo. Pantallas siempre. Pantallas que apago por escasa media hora para leer un párrafo y tomar una siesta, a veces sólo comido, otras también eyaculado. 'A este paso no alcanzaré a leer los libros de mi biblioteca ni a escribir algo que no sea lo exigido por el trabajo. Porque no he arreglado mi vida, cierto, ¿pero acaso tengo opción? ¿tiene arreglo cuando hay que ponerse de pie y encender de nuevo el ordenador?' Me duermo. 
Nuevos viajes a los mismos sitios. Baba en la almohada. Mi madre me recibe en la casa de mi adolescencia en un anochecer violeta mientras un policía de dientes salidos vigila desde la caseta de enfrente. Ella dice al abrazarme, asfixiándome: 'Has tardado, hijo, pero ya has llegado, nos hemos quedado solos y es lo que más nos conviene, no quería decírtelo cuando estabas con el amor firme (qué largo) ni cuando estabas con su sucedáneo (qué corto) para que no pensases que era yo quien te inducía, pero debes saber que yo lo he sabido desde siempre porque te concebí a mi imagen y semejanza, nosotros somos solos, esa es nuestra suerte y hay que aceptarla, aquí esperaremos la muerte juntos, ven, pasa a tu cuarto, te llamaré cuando esté la comida'. Los mismos muebles. Las paredes con diplomas. La televisión encendida. En el viejo cuarto me apoyo contra la ventana como un niño triste y miro hacia la macabra pared de ladrillos y al cielo negro de más allá que desaparece apenas abrir los párpados. Sudor en el pecho. Sólo han pasado diez minutos desde que me dormí, pero estoy repuesto. Me veo obligado por varias horas más a no hacer caso del cálido aire de la tarde ni de su meridiana luz progresivamente oblicua —primero el patio, luego la pared, al final sólo las copas de los árboles en la distancia— y a preparar ingenieros y científicos de la civilización industrial, esa que según leo 'ha producido en un siglo más desechos y materia muerta que todas las otras civilizaciones juntas, desde la revolución del neolítico'. Es fácil justificarme, pero ni siquiera lo intento porque descreo de los resultados. El fantasma del Doctor Kaczynski flota en el ambiente, 'pero yo soy sólo un hombre', me digo cediendo finalmente a una tímida generalización, un hombre que apaga el ordenador pasadas las siete de la noche y sale a caminar o a hacer ejercicio para seguir esperando que algo —un meteoro, un virus, una señal— lo saque de su jaula y lo devuelva a la vida.

1 comentario:

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No hay productividad que me alivie, aunque escojo mantenerla alta para tener menos que reprocharme al final del día. 'Mira', parezco decir a un juez invisible que en tiempos fue dios y ahora su implacable sombra, 'no he arreglado mi vida, pero a cambio no he perdido el tiempo, no me he detenido a examinar el sentido de lo que hago como pretexto para la pereza, aunque acaso esto no sea lo correcto y deba detenerme lo antes posible asumiendo las consecuencias,
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