jueves, junio 22, 2006

Prejuicios avanzados

Que las personas nos auxiliamos de generalizaciones para mejor comprender el mundo es algo muy comprensible y lógico, una manera de dar un primer paso entre la selva de las sutilezas, los matices y las complejidades. Pero que muchos pretendan hacer de estas visiones chatas su única manera de ver el mundo es ya otro de los síntomas característicos de la pereza intelectual de nuestro tiempo, tan pagado de sí mismo que sin mediar comprobación empírica alguna pretende que la realidad se explique y comporte como sus prejuicios lo señalan.

Contrario a lo que se piensa, los prejuicios y estereotipos no son siempre abiertamente retrógradas, sino que también los hay para los que se dicen progresistas, de amplio criterio o muy liberales. Al prejuicio superadísimo -es un decir- de que las mujeres deben permanecer en casa cuidando a los hijos y atendiendo quehaceres domésticos, se oponen hoy concepciones de signo contrario como el de que las mujeres que permanecen en el hogar son estúpidas. Al abandonar la cerrazón de que la homosexualidad debe ocultarse, muchos recogen ahora la idea de que todo homosexual debe exhibirse y ser como lo dicta la cultura popular: gracioso, desinhibido y feminoide. Cuando se había ya dejado de atacar a alguien por sus ideas, se pasa a la certeza de que todo mundo tiene algo que decir y debe tomársele en cuenta, sean charadas o trivialidades.

Si las tradiciones autoritarias y monolíticas se caracterizan por coartar siempre las libertades fundamentales del hombre y, en última instancia, la libertad esencial de pensar, ser y decir como quiera, los tiempos modernos consiguen el mismo despropósito por medio de la holgazanería mental: al relajarse hasta la plena laxitud el pensamiento racional y crítico, al privilegiar el parecer sobre el ser, al padecer la omnipresencia de los medios de comunicación, la sociedad moderna se asegura la rendición incondicional del cerebro de una gran mayoría ignorante, no sólo en términos educativos, sino en términos del ejercicio de una postura independiente y escéptica frente al mundo.

Y es así como asistimos diariamente a la homogenización que empareja criterios sin distingos económicos, sociales o culturales. No hace mucho tiempo el rector de una universidad pública convocaba a los profesores e investigadores a su cargo, a firmar una carta de protesta contra las declaraciones de un político candidato a un puesto de elección popular, que había declarado tramposamente que "la universidad pública es más cara que la universidad privada". De ello, el rector dedujo que el candidato a) quería privatizar la universidad pública, b) tildaba de ineficiente y obscura la administración universitaria, c) había ofendido a todos sus miembros, d) "debía" una disculpa. Y casi en bloque, sin anteponer la menor reflexión sobre si la declaración "x" implicaba la conclusión "y", los profesores firmaron sin chistar. Y esos son, se dice, la inteligentzia, los progresistas de avanzada, la gente acostumbrada a pensar. Dicen.

Contra las simplificaciones vulgares que pretenden poner de un lado a los buenos y del otro a los malos, contra las generalizaciones contagiosas, contra la ramplonería de los criterios facilones con que muchos pretenden comprar su buena conciencia, debe levantarse el principio científico de que toda verdad es provisional, de que nunca podemos dejar de cuestionar lo que ya damos por sentado. Contra lo asumido y mil veces cacareado hay que poner una distancia crítica y racional. Contra el pensamiento por mayoría de votos hay que ejercer, sin descanso, el pensamiento de la cabeza propia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es interesante como aborda a la “Holgazanería mental”. Es increíble cómo vivimos en una sociedad poco crítica, que repite “verdades” que escucha sin antes ser analizada.

¡Saludos Maestro!