domingo, julio 08, 2012

Diatriba del Doctor A

Admito que no estoy en la mejor de las posiciones, pero el orden está de mi lado y es cuestión de tiempo para que termine por imponerse, aun por encima de la justicia que cuesta la vida a tantos espíritus ingenuos de cualquier época y lugar. Admitamos que él es mejor: moral, intelectual, espiritualmente incluso, que ya es decir demasiado. ¿Quién está ahí para registrarlo? ¿Quién está realmente de su parte y no simplemente montado en su frenético tren? Yo vivo mis propias presiones aunque superficialmente no lo demuestre; él es todo convulsión y transparencia, una exhibición de la que no nos ahorra detalle, pero para la cuál no está preparado un público estúpido que en cambio sí es capaz de verme y consentirme. Esta es mi tierra y mi gente; él es un advenedizo.
Es verdad que ha conseguido arrastrar a los jóvenes hacia su delirio, ¿pero es esto meritorio? A mí me parece más consecuencia de la inexperiencia y oportunismo juveniles que de la formación de una verdadera escuela. No es un gigante con pies de barro, pero sus acólitos no dejan de alimentar el fango en el que se apoya y terminarán por hundirlo una vez que hayan trepado hasta su cabeza sin siquiera intentar (no podrían) comprenderlo. Yo, en cambio, porque lo conozco y lo he estudiado con interés y no poca envidia a lo largo de muchos años, sí lo comprendo y puedo presentarme como su amigo aunque él me desprecie (él también me conoce y sabe de mi turbiedad y mis cabos sueltos). Y por esta comprensión mía que aun malsana no carece de precisión ni objetividad, sé que su firmeza no es producto de la serenidad sino de una continua batalla contra sus carencias afectivas, huecos que por supuesto no serán llenados por los muchos seres laterales -unos más malintencionados que otros- que se le han colado y le juran una lealtad cuya mero deletreo ignoran.
En el difícil control de sus emociones hay suficiente evidencia para estos argumentos: confunde escuela y familia, subordinados y amigos, colegas y asesinos. Él lo sabe, desde luego, pero como cualquier adicto no puede sino inyectarse la dosis siguiente diciendo que será la última y haciendo planes para un futuro libre de sustancias. Yo he palpado claramente el uso que de sus entusiasmos hacen los críos modernos que son todo, menos inocencia, y a los que el pobre intenta acomodar para mejor ponerse a salvo. Conozco el ciclo: acercamiento, entusiasmo, exclusividad, decepción y recuerdo. Lo mismo intentó en su época con cada uno de nosotros que éramos sus coetáneos y pese a un fugaz periodo de conmiseración (también fuimos jóvenes) terminamos por sacrificarlo a nuestros intereses prácticos que han terminado por ser, como en toda vida adulta, lo único concreto y verdadero.
Algunos habrán sabido de su vida sentimental y querrán depositar ahí la confianza en su último triunfo y superioridad: una pareja leal desde la juventud, una madre inteligente y muy capaz de deshilar el enredo de su vida, tal vez un par de amigos verdaderos. Bien. Pero esto es volver a privilegiar el cerebro sobre el corazón, creer que es con retórica y soluciones prácticas -adultas- como se cura el terror infantil al abandono. Yo conozco su entorno y sé que no son capaces ni siquiera de abrazar cuando es debido (y para él siempre lo es aunque vaya de duro por la vida a fuerza de forjar su personaje), de modo que su vida pública da periódicos traspiés con la privada al pretender -aun a sabiendas del entuerto y consecuente fracaso- paliar la segunda con la primera; su sufrimiento apenas disimulado por la disciplina de un trabajo constante. Todo esto sin contar con la naturaleza de sus amores, tan al margen de la ley y la moral públicas que no pueden menos que dividir a los que lo conocen entre aquellos que lo juzgan víctima de un problema psiquiátrico y los otros que encuentran en la frecuentación del subnormal el pretexto idóneo para ir de modernos por la vida. Razón de más para saberme ganador en esta casual disputa en que nos ha puesto el destino: ¿en qué medida mi visibilidad estará asociada a la tranquilizadora imagen de un hogar compuesto de mi mujer, mis hijos y la bendición religiosa hecha oro sobre mi anular?
Ni siquiera puedo ser culpado del estado de cosas que harán de él un individuo marginal y misántropo. Es cuestión de tiempo para que repare en el derecho que asiste a las mayorías a definir la normalidad y actuar en consecuencia contra los disidentes. Ahora se le aplaude, desde luego, porque todos hemos decidido ignorar lo que nos molesta y sabemos y apenas toleramos porque nos conviene. Pero el avance de las realidades es inexorable sobre el terreno de las fantasías y yo pondré buen cuidado en que le acoten y enseñen. Es por su bien. Del mismo modo en que un grupo de hombres (semejantes) decide la suerte de otro al que encarcelan y privan de su libertad o de su vida por considerarlo peligroso, del mismo modo en que un grupo de hombres (semejantes) aparta de su seno a otro después de establecer que está loco y no es compatible ya con sus conductas; de este modo, pues, mis paisanos hallarán la ocasión de darme la razón y liquidarlo a él: la encarnación de la insania.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial,
pero hubiera sido más espectacular, concreta, divertida, alucinante e ininteligible (pero moralmente sensata) la Diatriba del Doctor Ch, jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja.

Miguel Ángel Bernal Reza dijo...

Jajajajajajajaja... ¿cuántos jaja puede soportar esto?