domingo, noviembre 01, 2015

La vida de los animales

El mayor problema no está en la naturaleza científica o religiosa del discurso, sino en su común propósito de resultar persuasivo, apelando para ello no sólo a la sensibilidad, sino también a la lógica, al empeño deductivo que echa sus largas y retorcidas raíces en el cerebro del hombre. Da igual que se trate de los estigmas de Santa Teresa o del teorema de Pitágoras, tanto si se usa correctamente (y habría que definir qué entendemos por ello) como si se emplea de manera amañada o defectuosa: el propósito de los conocimientos o doctrinas humanos, de sus razonamientos o afirmaciones infundadas, es dotar de sentido, o sea, persuadir, ya sea que se respete el silogismo hipotético tan caro a las matemáticas como que simple y sencillamente se vayan concatenando hechos sin apego a la lógica, pero tendientes a manifestar una liturgia, una raison d'être
Así pues, no es que sea un problema que aparezcan fantasmas o extraterrestres, la telequinesis ni la clarividencia, sino que ello carezca de un marco explicativo, físico para los cientificistas, de orden religioso para los espirituosos. Lo inadmisible no es el hecho, por descabellado o brutal que parezca, sino la ausencia de filosofía que los católicos cubrieron de manera brillante con eso de que los designios del Señor son inescrutables. En las ansias de sentido se parecen todos; prescindir de él los ubica automáticamente en la categoría de trastornados o lunáticos, excluyéndolos como interlocutores válidos, es decir, humanos. Por eso no se conversa con el psicótico o el retrasado, ni con los animales, y aún así cuesta trabajo atenerse a la falta de guión para con ellos y creemos entender que su condición tiene causas y sus manifestaciones una explicación, aunque nos resulte imposible acceder a ellas con certeza.
La existencia de una razón: confiamos en que la hay para todo, incluso si quedamos excluidos de comprenderla. Nos persuadimos de que la ciencia se caracteriza por proporcionar explicaciones que en principio podemos seguir, aunque circunstancialmente no contemos con los estudios para ello. Pero también creemos que lo que hoy pasa por sobrenatural podrá ser explicado cuando la ciencia lo alcance o, si no ha de alcanzarlo nunca, por un sentido no exento de lógica. Los creyentes, dicho sea de otro modo, aceptan la existencia de dios pero son incapaces de respetar el hecho de que su omnipotencia sea completamente arbitraria. Admiten que las razones pueden escapárseles, pero no que no existan. Y en ese sentido, tanto científicos ateos como creyentes analfabetas, son todos sujetos de la lógica o, como mínimo, de la creencia en un sentido. Decir que la gitana que adivina el futuro frente a la bola de cristal o en las líneas de las manos tiene un don, no explica nada racionalmente, pero sigue inscrito en el marco de la lógica: adivina porque tiene el don, o sea, si yo lo tuviera también vería todo con la misma claridad. ¿Por qué ella y no yo? No por una arbitrariedad, desde luego, ya que dios conoce el motivo aunque yo no lo sepa: fin de la discusión.
Es así que frente a un fenómeno inexplicable, creyentes y no creyentes reaccionan con sorpresa y se apresuran a proporcionar (en el sentido más lato posible, desde luego) "explicaciones lógicas". Para quien, andando por los pasillos de la universidad, descubre una silla flotando en el aire, se plantean inmediatamente una serie de verificaciones (¿hay algún hilo sosteniéndola? ¿un poderoso imán? ¿hay algo en este terreno que produzca la levitación?), luego se desconfía de uno mismo para dejar la realidad intacta (¿estoy alucinando? ¿he bebido de más? ¿estaré volviéndome loco?) y luego, por último, si se supera esto, podría llegarse a las otras "razones", pero razones al fin y al cabo, o sea, muestras del empeño humano por proporcionar un sentido (¿es la manifestación de un espíritu? ¿tengo el poder de levantar objetos? ¿el más allá está tratando de enviarme un mensaje?). Lo realmente terrible no es que la silla levite, sino que ello simplemente ocurra. Si no lo entiendo, alguien o algo debe tener la explicación. Esta existe, tranquilizadoramente, aunque yo no la conozca o, sencillamente, no pueda conocerla.
Igual que con los animales, por supuesto, que si bien no escriben tratados sobre el tema, dan muestras sobradas de conducirse con apego a la lógica: deducen correctamente lo que ocurre en el ambiente o se mueren. Enfrentados a nuestras decisiones, los vemos levantar las orejas desconcertados e inclinar la cabeza como quien hace un esfuerzo por comprender, sin éxito. Pero como nosotros sabemos la razón por la que los amarramos, por la que les damos de comer a tal hora y no a otra, el por qué de la inyección que se les está proporcionando, los miramos un poco de arriba hacia abajo, superiores, muy seguros del sentido de lo que a ellos les debe parece arbitrario. Incluso cuando somos ejemplo de irracionalidad decimos que hay explicaciones: ese grupo de muchachos que despliega su crueldad quemándole la cola a un gato satisface una morbosa curiosidad, quizá alguno de ellos tenga las alteraciones neuroquímicas de un asesino serial, pero lo último que se nos ocurriría es pensar que esa atrocidad se produce sólo porque sí. O sea, las sillas no levitan.
La analogía ha servido a los creyentes para tranquilizarse diciendo que así como nosotros sabemos el por qué de lo ocurrido a los animales por nuestra causa, también los dioses conocen las razones de aquello que en nuestra vida encontramos injustificable. Quizá, como afirman muchos científicos, no haga falta un dios para probar esto, sino extraterrestres más poderosos, porque lo que es seguro es que no carecerán de lógica, ese inasible manto inmanente en que se amparan bacterias, perros y humanos para sobrevivir.
Y entonces todos somos cartesianos hasta cuando rogamos a dios por un milagro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues Pollicín está al borde de la locura con la inquilina que recogió la Sra. y definitivamente no le interesa ningún tipo de explicación.

Unknown dijo...

Pues con que estamos igual: yo no entiendo nada y no quiero ninguna explicación...