sábado, septiembre 08, 2018

Salve

En algún momento de debilidad, transcurridos meses desde la repentina aunque no inesperada partida de mi mujer y las niñas, mientras combatía la propensión de mi mente a buscar una y otra vez cómo encajar la destrucción de lo que hasta entonces constituía el núcleo de mis creencias, desde el amor hasta la amistad, desde la ética hasta la filosofía, con los mismos desconcierto y desesperación de quien no puede acomodar la última pieza de un rompecabezas largamente construído, encontré en la conversación de Luis Gala una anticipación de lo que podía significar volver a encontrarme con ella y enfrentar así los sinsabores ya no sólo de lo roto sino de lo que no es capaz de encontrar un nuevo recipiente que lo contenga, divorciado él como separado yo, pero aún obligándose al trato amistoso con una mujer que le despreciaba y a la que arrancaba encuentros envenenados, no ya porque contuvieran discusiones o desavenencias, ni siquiera ironías o comentarios cargados de velada intención, sino precisamente por carecer de la más mínima controversia y ser por tanto insoportablemente inocuos, 'una prueba fehaciente', aseguraba, 'de que el amor que nos teníamos era un espejismo al que no sustentaba nada más que la costumbre o el apego y al que, una vez retirada la investidura matrimonial, no le quedaba más contenido que el de un par de extraños que se encontraban aburridos e inexplicables si no iba por delante la incuestionable consideración de ser pareja', así encontraba menos monstruosa la tajante brutalidad con que mi mujer decidió desaparecer con las niñas sin dar cuenta de su paradero y mediando sólo una carta como remate al lento, pero inexorable distanciamiento de los últimos años, 'así es mejor', me decía a mí mismo, 'que no tenga yo forma de verla ni de convencerla de vernos, ¿qué caso tendría si es imposible recuperar nuestra vida pasada por no existir amnesia suficiente para borrar el hecho cada día más indudable de que no hemos de morir el uno sin el otro, de que lo que nos faltaba y consideramos secundario por años ha terminado por revelarse esencial e irrestituible? mejor así', pensaba, 'que yo me revuelva con mis propias angustias e interrogantes sin tener la oportunidad de contrastarlas con su indiferencia o involuntaria crueldad, no soportaría acumular la decepción inacabable de reunirme con ella a desayunar con prisa fingiendo enterarme de su vida por medio de un recorrido superficial de sus actividades más visibles y desabridas, tener el descaro de llamar amistad a ese ritual estúpido del que Luis Gala no puede deshacerse con su ex-mujer, "ya te digo que lo que sucede a las relaciones a las que no justificaba otra cosa que la relación misma es la inopia, qué amistad ni qué coño, si sigo viéndola es sólo porque la perspectiva de explicarle que no encuentro sentido en seguirnos viendo me resulta más intolerable que la de transigir, aún a sabiendas de que ni ella ni yo lo deseamos y de que se nos ha de escapar forzosamente un resignado suspiro cuando de mala gana accedemos a agendar un encuentro que, según un calendario misterioso, es ya inaplazable", entonces hay que agradecer', me decía, 'el hachazo de su partida que ahorró explicaciones privándome de la obligación de considerar su existencia en la mía, aunque sólo fuera de manera esporádica hubiese sido un lastre innecesario del que me he salvado, una tontería a la que uno no encontraría forma de poner fin porque no se le ponen plazos a las amistades aunque sólo sean meros conocidos', así pensaba en algún momento de debilidad en que, aunque Luis Gala me compartiera su situación y yo reflexionara gracias a ella sobre la mía, no encontraba deseable hacerle confidencias a ese personaje que desde luego no constituía un sustituto para la amistad de aquel a quien hube de traer de la isla a petición de sus padres y que volvió a irse, pero ya no a la isla, dejándome a merced de colegas como el que ahora explicaba, amparado un mínimo de calidad en sus juicios por el sólo hecho de no haber crecido en Santa Teresa, que hubiera preferido que su mujer falleciera en vez de haberse divorciado de ella, 'sé que suena exagerado', explicaba confundiendo mi debilidad para alejarlo con aquiescencia, 'pero de esa manera no habría tenido que efectuar comprobaciones horribles que, encuentro a encuentro, conseguirán liquidar cuanto yo recordaba haber sentido por ella, todo el relieve y detalle del buen pasado sustituido por un presente plano y vacío, mejor la muerte', agregaba, 'que habría salvado si no lo que era nuestro matrimonio sí la idea que yo me había formado sobre él', entonces reflexionaba yo en mi situación y resistía el impulso de compartirla con ese interlocutor inopinado que también había llegado a Santa Teresa atraído por la idea de que una ciudad pequeña, aún en medio del desierto, era preferible a las grandes capitales, 'craso error', pensaba para mis adentros recordando en desorden las terrazas pobladas de ruidosos comensales en las calles de la isla o los escalonados jardines traseros de sus casas, sitios todos en los que había decidido hace años no quedarme precisamente para que mi mujer y las niñas pudieran vivir sin ser extranjeras, quién sabe si ahora se hallaran precisamente en la isla o en algún rincón de ciudad natal, mejor no saberlo que ser testigo de su degeneración, supongo, mejor desterrada que muriendo lento a mi lado como una burda amistad, mi mujer o su idea, qué más da, salvas sean ambas.

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