sábado, noviembre 23, 2019

Krkonoše

Metonimio opina que el pasado avergüenza y, a pesar de los cada vez más patéticos ejemplos de hombres de poder que hacen el ridículo, está convencido de que hay expresiones, aún privadas, que condicionan para siempre el horizonte político de quien las afecta. 'No puede ser presidente de la república, ni en dos mil veinticuatro ni en dos mil treinta, por mucho que se degraden el ambiente y las costumbres nacionales, quienquiera que haya escrito alguna vez las cosas que yo escribí en mis años mozos', se dice mesándose las barbas cada cierto tiempo mientras lee una carta suya, 'dios santo, qué propensión a los lugares comunes y la cursilería, qué irrisorios los esfuerzos por parecer sensible, querer cubrirlo todo y caer en el vaivén propio de quien no ha decidido aún si ser artista u hombre de negocios, hombre de ciencia o amante, una indecisión infantil cuyas manifestaciones, paradójicamente, reducen sin descanso las posibilidades de quien la posee'. Así, lee:
"El paseo por las montañas de Krkonoše fue magnífico, aunque ya te imaginarás el cansancio tremendo que me produjo. Al paseo fueron Hušek, Renata y su marido Petr, Zíta y su marido Tomáš, Daniel Pachner y un gordito cuyo nombre he olvidado. Llegamos el viernes por la noche y, a pesar de la obscuridad, desde entonces advertí la enorme cantidad de nieve que había en todas partes: sobre casas y caminos, autos, árboles y ríos. La cabaña en que nos hospedamos, propiedad de Tomáš, estaba en lo alto de una colina, de modo que ya te imaginarás la pesadez que fue subir cargado de cosas a través de la nieve y con temperaturas de menos catorce grados centígrados. Y arriba había trabajo qué hacer, pues había que alimentar las chimeneas con leña que previamente debía ser cortada, poner a secar las ropas húmedas o congeladas (mi pantalón de mezclilla estaba endurecido) y preparar bebidas calientes a las que se añadía ron y otros licores. Se bebió mucho vino, cerveza y licor, esa noche y la siguiente, en la cabaña y también en los restaurantes de las montañas, pretextando que el cuerpo debía calentarse.
"El sábado fue cuando me tocó esquiar, aunque sólo pude hacerlo por algo así como diez kilómetros, pues en los tramos de ascenso difícil o descenso muy inclinado, prefería quitarme los esquís y andar, no tanto porque no fuera posible usarlos sino porque no podía sostenerme en pie más de medio minuto bajo esas circunstancias. Naturalmente me caí tantas veces que he olvidado el número, aunque fue muy divertido y Hušek tuvo la gentileza de reducir su recorrido para acompañarme de cerca, mientras el resto hacía el recorrido más largo. En total, anduve unos veinte kilómetros a través de paisajes espléndidos que para mi mayor fortuna contaron con la generosa luz de un sol brillante y un cielo azul, circunstancia que según todos los asistentes es infrecuente en Krkonoše. Extensiones inmensas de coníferas, especialmente pinos, aparecían rematadas por la nieve y, de vez en cuando, se cerraban en torno al camino creando un efecto inquietante y fantasmal, además de reducir la temperatura considerablemente por la sombra que creaban. También pude pararme sobre territorio polaco, pues varios tramos del camino bordean la frontera con Polonia, la cual está indicada sólo por unos pilotes y algunos letreros, nada de alambradas ni murallas de ninguna especie. Regresamos agotados cuando ya había obscurecido y pude disfrutar esa vieja sensación de tiempos idos en que me producía satisfacción terminar una aventura físicamente comprometida, sobre todo cuando iba a la Barranca en paseos larguísimos junto con mis amigos. Sobrevivir siempre fortalece."
Metonimio subraya aquí y allá aquello que le parece más inaceptable. 'Qué frases, por dios, ¡ten tantita madre! ¿sobrevivir a qué? ¿qué extensiones inmensas y cuál vieja sensación? Con esto no llegamos ni al treinta ni al treinta y séis, ni como presidente de la república ni como escritor, vamos, quien esto escribe está en una situación más triste que la de quien no escribe nada, porque este último conserva intactas todas sus posibilidades mientras que aquel las cancela por medio de sus despreocupadas manifestaciones, pues no hay presidente de la república ni artista, hombre de ciencia o negocios, que se haya permitido consignar pensamientos como los aquí manifestados, ninguno de ellos ha debido temer nunca porque su vocación genuina y temprana los previene desde el principio contra las vanas idioteces y los conduce naturalmente hacia su destino, ¿por qué yo no he podido? ¿en qué he fallado?'. Y continúa leyendo: 
"Al día siguiente no empleé los esquís porque Hušek rompió uno de sus zapatos de esquiar y yo le presté los míos. Mientras ellos esquiaban durante cuatro horas, yo preferí caminar hasta Jánské Lázně, un poblado pequeño donde tuve a bien comer pollo empanizado y una sopa hecha con pancita de res que se parece muchísimo al menudo, aunque más espesa y, por supuesto, sin orégano ni chile, aunque con cebolla. Por la tarde regresamos a Praga, cayendo la noche mientras regresábamos en medio de música checa y calefacción automovilística. Y cuando llegué a mi casa mucho agradecí el baño de agua caliente después de cortarme las uñas de pies y manos. Estaba feliz. Debo reconocer que me la pasé muy bien, a pesar de que la mayor parte del tiempo estuve como testigo de conversaciones más o menos indescifrables en ese idioma del que, según yo, cada vez entiendo más.
"Descubrí que ese grupo en promedio cinco años mayor que yo tenía mucho de adulto y establecido, tenía su aspecto lúdico y también sus silencios. Se conocían desde hacía años y algunos recién estrenaban su matrimonio, la mayoría habían estudiado juntos y habían salido de la escuela casi al mismo tiempo. Si bien no era posible determinar hasta qué punto sus conversaciones reflejaban la confianza y la profundidad de sus relaciones, el escuchar conversaciones en un idioma todavía no dominado me servía para poner más atención a sus gestos y actitudes. Y así se descubrían cosas.
"Como el hecho de que Hušek era el más austero de todos y el de costumbres menos refinadas (comer con la boca abierta, echarse un pedo en la mesa, rascarse el pelo lleno de caspa enérgicamente en cualquier momento, etcétera). Todo ello, sin embargo, no compromete para nada el ser humano que es, pues no lo hace ni mejor ni peor, aunque quizá prefiera no oler sus gases la próxima vez. Es evidente que Hušek se va quedando atrás del grupo en el sentido de que los otros están encontrando a sus respectivas parejas y él parece incapaz de conseguir la suya. Sin embargo, hay actitudes suyas que merecen toda mi admiración, como el cuidado que puso en que yo tuviera todo lo necesario para esquiar y dormir o la atención de seguirme de cerca aún a costa de su propia diversión. Me encantó la pareja de Renata y Petr (sí, se llama igual que Hušek), sobre todo por lo que a Petr respecta. Siempre me ha gustado ver el amor en los ojos de alguien y es evidente que eso es lo que Petr siente por Renata, aunque esta última es más templada para corresponderlo. Renata es una mujer muy fuerte, algo dura en cuanto a dar confianza de inmediato. Fue necesario que yo pasara por toda esta experiencia para que me concediera una confianza mayor y sonrisas más pobladas, pues antes de eso sólo disfrutaba comentar sobre las dificultades que yo enfrentaría. Pero al parecer la convencí de que a mí también me gustan las dificultades y que, aunque físicamente inferior, también tengo resistencia. Pachner fue una agradable sorpresa por lo que se refiere a la capacidad de conversación que tiene. Él también comparte oficina conmigo, pero rara vez me había dirigido la palabra, aunque a decir verdad no habla más que muy contadas veces. Pues él, de quien ya había escuchado que era muy inteligente, logró darme algunas muestras de su singular inteligencia, no sólo técnica, sino también de sentido común. Fue muy agradable, a pesar de que olía a caca. Todo tiene un precio, supongo. El resto eran más ordinarios, que no menos interesantes, en todo caso grandes estímulos para aprender más rápido esa lengua que ellos hablan y que por momentos me parecía entender. Ya pronto."
'Estamos listos', se dijo Metonimio dando un puñetazo a la mesa, '¡así no, puta madre, así no! Si esto escribía hace veinte años ¿cómo puedo preguntarme seriamente qué ha ocurrido? ¿por qué no he llegado todavía a la presidencia de la república? ¿cómo es que no he publicado aún mi primera novela? ¿de verdad no entiendo por qué no soy un científico de primer orden?, ¡pero si todo está aquí mismo delante de mis ojos! Y casi diría más', agrega encendiendo un cigarrillo contra las indicaciones del doctor, '¿no están acaso contenidos en estos textos y su ñoñería, en su poca vocación de libertad y honestidad intelectual, los gérmenes de relaciones estúpidas destinadas a fracasar?, ¿no se entrevé la incapacidad para llevar a buen puerto el trato con alguien más? Ya escucho los gritos y esas pequeñas batallas de mierda en las que pierden su tiempo las personas menos talentosas, ya recuerdo las botellas rotas y las puertas astilladas, los dramas de telenovela (¡escúchame, estoy hablando yo!, ¡es que no se puede ser tan estúpido!, ¡¿de verdad tengo que vivir esto?!) y la respuesta es sí, sí tengo que vivir esto y convivir con personas horribles de las que abjuro y quedar a infinita distancia de las que me apetecen y yacer con las muy inferiores o las muy insuficientes porque es lo que me corresponde, porque para vivir algo distinto hace falta bastante más que la sola convicción de ser diferente, hacen falta talento y obra, hace falta no haber escrito lo que escribí, ¡esa monserga! ¡y encima en la creencia de que valía la pena!, ¡dios santo, qué torpeza!, ¡maldita sea, qué estupidez!'. Y con la mente puesta en dos mil cuarenta y dos apaga el cigarrillo, furioso, apretándolo en un puño hasta sofocarlo.

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