domingo, julio 08, 2018

Consejos de los que no saben amar

No ha hecho falta demasiado tiempo para que, azuzada por las declaraciones de mi padre, la prensa haya tenido a bien ponerlo al día sobre mi divorcio y los rumores sobre una relación con una mujer veinte años más joven que yo, algo que a él le habrá supuesto una reivindicación por analogía, aunque mi situación y la suya no permitan establecer ningún paralelismo digno de tal nombre, en mi opinión por hallarnos los dos en marcos intelectuales absolutamente incompatibles y, aún más, opuestos, pero en la de él, según informa precisamente la prensa, por la influencia excesiva de mi madre que me habrá llenado la cabeza de extravagantes teorías, pero también por la escasa influencia de él que no consiguió transmitirme los elementos necesarios para el sostenimiento de una relación exitosa, no bien he terminado de leer sus declaraciones me he puesto a rebatirlas para mis adentros, aún sabiendo cómo debían leerse cada una de sus palabras para ser interpretadas correctamente, he querido destruir su sentido cebándome en la abundancia de conceptos no definidos como relación exitosa o neurosis, palabra esta última que utilizó en sus declaraciones para referirse indistintamente al método empleado por mi madre para abordar sus distintas relaciones, de amor o de amistad, de familia o trabajo, así como al resultado de emplear dicho método, mismo que a ella la mantenía en soledad y a él en familia, a ella sin su marido ni pareja alguna, a él con su mujer y numerosas amantes, a ella distanciada de sus hijos egoístas entre los que me contaba, a él con una descendencia leal que le reconocía como su cabeza, 'para mantener una relación', declaraba, 'hay que saber hacerse acompañar sin que las posturas románticas nos hagan perder la cabeza, entender bien qué busca uno en cada cual y atenerse a ello: si sexo, no mezclar con sentimientos, si matrimonio, pensar en el contrato y ventajas y no en la parafernalia, si asistencia, procurar pagarla con regalos y chantajes, pero no esperar que el sexo obligue a responsabilidades más allá de la cama, ni el matrimonio suponga obligación de querer o desear, ni la asistencia implique otra cosa que el pago por unos servicios específicos de cara a una sociedad cuyo correcto funcionamiento depende de estas fachadas', así los consejos de mi padre, cuya eficacia quedaba demostrada en la realidad, se oponían a los de mi madre cuya aplicación práctica no produjo uno solo de los resultados esperados, guías gobernadas por principios para la consecución del máximo ideal que, a poco que se hubiera meditado, suponía el congelamiento de la realidad, su imposible cristalización mortal luego de la cual nada puede moverse de su sitio sin resultar inferior a lo perfecto, un combate en el que mi madre, aún ahora en que el ideal amoroso se había sublimado merced a la edad y las circunstancias, empleaba todas sus fuerzas, haciéndonos a quienes ella más quería los sujetos de su opresiva violencia, así invadía las casas de sus hijos para guardar en los sitios correctos lo que se encontraba fuera de ellos, una compulsión imparable que se enfadaba por la periódica invasión de la realidad que requería volver a sacar los libros de sus estantes y los platos de sus alacenas, así deslizaba comentarios hirientes para mejor debilitar la voluntad de sus hijos y obligarlos a seguir sus consejos por el sólo placer de alimentar la ilusión de que la realidad, especialmente la de quienes le eran más caros, seguía sus dictados hasta en los más mínimos detalles, 'ya que no pudo hacerlo conmigo', opinaba mi padre frenta la prensa, 'se habrá puesto manos a la obra con sus hijos sin que la pudieran arredrar argumentos ni necesidades, esta mujer les habrá instilado la idea de que existe un modo de vida perfecto al que deben aspirar, que en ella habita una pareja ideal donde deseo y sentimiento son uno y el mismo, donde las aspiraciones van de la mano en una sola dirección y los problemas se resuelven siempre de manera justa y expedita, pobres diablos, ella y mis hijos que le han creído, no me extraña que él se haya divorciado ni que le haya llevado tanto tiempo decidirse habiendo sido educado como lo fue, el trabajo que le habrá dado renunciar a su grandilocuencia, a su engreimiento, a su elevada opinión de sí mismo que habrá hecho depender de semejantes utopías', así mi padre se permitía opinar sobre lo que ventilaba la prensa luego de mi arresto y posterior liberación por el caso en contra del Estrábico y la Junta Geriátrica y a favor de la libertad de expresión, aunque los motivos que la prensa analizaba se habían deslizado ya de la esfera pública a la privada, y así me veía obligado a tolerar estas declaraciones cuyos ecos no dejaban de resonar en mi propia versión e interpretación de los hechos, la sospechosa sincronía entre mis problemas políticos que, aún acompañándome durante toda mi vida, habían adquirido notoriedad con el caso del Estrábico y la Junta Geriátrica, al tiempo en que mi mujer se separaba definitivamente de mí sin que la infinidad de conversaciones sostenidas a lo largo de los años ni la invocación de lo vivido y lo sentido ni la apelación a principios vergonzosamente parecidos a los que mi padre suponía me habían sido instilados por mi madre, hubieran podido salvar nuestro matrimonio ni mantenerme cerca de mis hijas ni ahorrarme el ahora rumorado romance con esa mujer veinte años más joven que yo a la que, mucho me temo, también ha de alcanzar el veneno de mi madre del que mi padre escapara una noche hace más de veinte años mientras yo me echaba en la cama de mi habitación completamente borracho, reproduciendo mentalmente una y otra vez las conversaciones con Gustavo y sus amigos de la universidad privada, con el fondo de unos tacones que se alejan luego de que el azote de la puerta hiciera vibrar los cristales del ventanal, así también se envenenaron todas las mujeres solas que he conocido después, amigas mías que como mi madre conocen y prodigan toda suerte de consejos sobre la manera correcta de vivir y amar sin que la realidad se haya dignado prestarles una sola evidencia, sin que ellas hayan ajustado uno solo de sus criterios, ya me digo para mis adentros que no ha de ser necesariamente cierto lo que afirman más de cinco o más de diez, no así mi padre, ni falso lo que no pudieron conseguir un puñado de mujeres ahora solas y neuróticas, no así mi madre, ya me veo recogiendo los cubiertos olvidados sobre la mesa y los zapatos tirados a un costado de la cama, ya alineando el cepillo de dientes a un costado del dentrífico para luego tomar asiento en la obscuridad y, fumando, esperarla a ella, joven carne que tampoco sabe amar, con toda su suciedad salvífica.

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